
La Galerna
·15. Mai 2025
La escalera de Jacobo

La Galerna
·15. Mai 2025
Anoche, en un Bernabéu con aroma a banquillo interregno y partidos de prolongación vacua del fin, ocurrió algo que no estaba en el guion: Jacobo Ramón, canterano con aspecto gasólico, caponato, al que muchos habían colocado ya en la escalera de regreso al Castilla —a pesar de lo bien valorado que está en la Fábrica—, marcó el gol de la victoria en el último instante. A esas alturas de partido el sueño me había vencido, mas, tras ver el encuentro en diferido, pensé en otro sueño, el de Jacob, pese a que mi almohada es bien cómoda.
Dice el Génesis que Jacob, camino de Harán, se detuvo a dormir con una piedra por almohada —que ya es ser optimista— y soñó con una escalera que unía la tierra con el cielo. En ella, los ángeles subían y bajaban. Dios mismo le habló y le prometió descendencia, tierras y protección.
Algo de eso ocurrió anoche. Jacobo Ramón, que venía a cuestas con un almohada de granito compuesta de nervios, críticas y controles defectuosos, se detuvo en mitad de su incierto viaje y, sin pedir permiso, soñó su propio destino. En el minuto noventa y lo que Dios quiso, la pelota le cayó como caen las revelaciones: sin lógica ni predictibilidad. Centro al cielo —que no celestial— de Fran García, asistencia de Vallejo con el peine y Jacobo, que hasta entonces había sido más Jacob camino del destierro que patriarca, la empujó con una mezcla de fe y necesidad, y la pelota rascó la red con ese sonido que tiene la redención cuando se pronuncia con la garganta seca.
Hasta anoche, Jacobo era un jugador entre paréntesis. Un sector de la afición le veía como quien se cuela en una cena familiar, alguien que está pero no pertenece. Sus primeros minutos con el primer equipo parecían más penitencia que debut: nervioso, impreciso, incómodo. Nada que no se cure con oportunidades y tiempo. Pero había quien le daba por amortizado antes incluso de haberle escuchado hablar. Y sin embargo, como Jacob en Betel, el chico aguantó. Puso la cabeza sobre la piedra, cerró los ojos y soñó.
El gol fue un despertar. No suyo, sino de todos. Porque en el Madrid, cuando un jugador joven acierta en el descuento, no solo marca un tanto: abre una posibilidad, derriba un juicio prematuro, reclama el derecho a escribir su propia historia. Jacobo no solo marcó el gol de la victoria, marcó el gol de su posibilidad como futbolista del Real Madrid.
Jacobo Ramón hoy ha dejado de ser carne de meme para convertirse en relato. La diferencia es sutil pero crucial: los memes mueren con la repetición; los relatos, en cambio, encuentran sentido con ella.
¿Volverá a errar? Sí, como fallamos todos. ¿Se volverá a dudar de él? Seguro. Nadie sabe si se asentará en el primer equipo, si acabará siendo un patriarca de la retaguardia blanca u otro meritorio que necesita hacer las maletas para disponer de minutos. Pero anoche, al menos anoche, subió su escalera. Y al final del último peldaño no había ángeles ni demonios. Solo un gol y la victoria.
Y eso, en el Madrid, es el cielo.
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