
La Galerna
·6 March 2025
Cumpleaños feliz

La Galerna
·6 March 2025
Hace 123 años se tendió el mayor puente entre Cataluña y Madrid que haya conocido la historia. Dos catalanes, Juan y Carlos Padrós, unidos a antiguos miembros del Foot Ball Club Sky, decidieron fundar un club de fútbol sin llegar a concebir que estaban creando el mayor embajador de la capital y del país.
Y hace apenas dos días, tanto el equipo como su afición demostraron por qué siguen concitando admiración y rencor, amor y odio, pasión y envidia. En su hábitat natural, la Copa de Europa, el destino y las bolitas le reservaron al Madrid una efeméride envenenada: el partido 500 en la competición sería frente al vecino, que además venía de favorito.
Con la frescura de una eliminatoria menos, un fondo de armario más nutrido y la confianza de los últimos resultados ligueros, un sector madridista contenía la respiración antes del partido del Bernabéu. Pero los genios viven de brillar en el rescate, y ahí estuvieron dos exquisitos folloneros del balón, Rodrygo y Brahim, para conseguir una renta —escasa, sí— para el partido de vuelta. Que sirva de toque de atención.
Pero decía que no sólo el equipo honró los valores del Madrid, sino que la afición demostró, una vez más, que la decencia no es una bandera, sino una forma de entender la vida. Así, cuando gran parte de la grada atlética decidió insultar la memoria de un fallecido por cáncer, Javier Dorado, con sus pitos y cánticos de “Madridistas, hijos de puta”, el Bernabéu decidió romper en aplausos. Hay ocasiones en las que la fiera no merece el látigo, sino el desprecio del elegante ejemplo. Como cabía esperar de los cabestros sostenidos por el club colchonero, no quedaron satisfechos y, tras la derrota, también tuvieron tiempo para mancillar la figura de Juanito.
No sólo el equipo honró los valores del Madrid, sino que la afición demostró, una vez más, que la decencia no es una bandera, sino una forma de entender la vida
El malagueño, despreciado en el Manzanares cuando comenzaba su carrera, será siempre una espina clavada para los atléticos, incapaces de soportar con decencia sus estrepitosos errores. Por eso vomitan su rabia cobarde ante quien creen que no puede defenderse. Pero sí lo hace. Porque Juan permanece en la camiseta blanca, en su estadio, en el corazón del madridismo. Y eso es lo que verdaderamente les duele.
Ahora sólo queda rematar en el Metropolitano y que la honra al aniversario del club sea completa, certificando una vez más quién manda en la capital.
Getty Images
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