
La Galerna
·23 May 2025
Después de la batalla

La Galerna
·23 May 2025
Se acerca por fin el final de los finales. Gracias a Dios está a punto de caer el telón del tercer acto. Ha sido una larga travesía en el desierto, un puro andar a tientas sobre un campo minado de inoperancia técnica, abdicaciones personales, mala fortuna, abulia y, que no se nos olvide nunca: rejonazos arbitrales cometidos a plena luz del día con premeditación, alevosía y ventaja. Pero todo esto, mis amigos, se encuentra a punto de terminar. Es el momento de mirar, como siempre mira el Madrid, hacia adelante. A los que creemos que la patria es el futuro no nos conviene echar raíces en la herida. Explico ahora algunas cosas.
Podemos con toda justicia hablar de un Madrid sin sentido, pero antes conviene, disculpen mi pesadez pedagógica, clarificar la acepción de dicha palabra. Por sentido hemos de comprender tres cosas: experiencia, dirección y racionalidad. Decimos que sentimos algo cuando lo experimentamos, como cuando sentimos calor; el sentido de una calle supone, en cambio, hacia dónde se dirige esta: norte, sur, oriente, poniente; y, por último, comúnmente afirmamos que algo no tiene sentido cuando carece de racionalidad, cuando es absurdo: “Vender a Vinícius no tiene sentido”. Aclarado el punto, vuelvo a decirlo: el Madrid de la 2024-2025 fue un Madrid —triplemente— sin sentido.
No sé ustedes, pero la enorme mayoría de los encuentros de esta temporada fueron, en el mejor de los casos, más bien insípidos. Fueron todos ellos partidos para ver sentado y para consultar frecuentemente el teléfono móvil sin poder evitar, en muchos casos, el bostezo lacrimoso. La predictibilidad fue haciendo mella en mí, de tal manera que la mañana de cada nueva jornada dejó de ser ese gustoso anticipo de la emoción, que es como regularmente me sucede tratándose de contemplar sobre el césped al mayor club deportivo de la historia del mundo. La repetición o abierta tozudez termina por curar los insomnios más empedernidos y desecar el surtidor de pasiones que es, a fin de cuentas, lo que buscamos los que cada fin de semana nos asomamos al rectángulo verde donde contienden once contra once. Una auténtica pena.
“El Madrid no sabe a lo que juega”, se dice coloquialmente cuando las victorias no llegan. Es una frase hecha, una de esas múltiples muletillas que emplean los comunicadores del conglomerado mediático oficial y de sus adláteres youtuberos. La gente de a pie que los escucha repite lo mismo en sus casas, en el trabajo o en el café. Es como si esas ocho palabritas fueran el diagnóstico definitivo de una crisis futbolística que por regla general suele ser siempre más compleja. Mejor podría decirse: “el Madrid no sabe a dónde va”, porque esta frase supone de manera implícita dirección, es decir, objetivo. Saber a dónde se va presume una visión trascendente; mientras que decir que no sabemos a lo que se juega entraña una concepción autotélica y dogmática del juego, tal como pregonan los delincuentes de azul y grana, incapacitados para reconocer la innovación como motor esencial de la historia del mundo. Su conservadurismo histriónico y sus permanentes trampas habrán de ser su mancha eterna.
El Madrid de la 2024-2025 fue un Madrid —triplemente— sin sentido
Dentro y fuera del campo de juego el Madrid debe saber hacia dónde se dirige. Son los objetivos los que determinan las estrategias y permiten la corrección. Si pensamos a corto plazo, es decir, en un plano cerrado, la feneciente temporada ha sido un fracaso en este último aspecto, es decir, no se ha movido un pelo para corregir el rumbo. Tengo la impresión (¿esperanza?), sin embargo, de que en la proverbial concepción maximalista de don Florentino, este trago amargo haya sido el peaje necesario para dar el siguiente salto de calidad. Ya lo veremos.
Finalmente, el último curso ha sido un puro absurdo. Aquí es cuando comprendo a los críticos más feroces de la catástrofe, aquellos que no se cansan de lanzar mordiscos reivindicatorios: los entiendo desde el disenso, por supuesto. Digo que fue un absurdo porque el capital humano estuvo siempre ahí, al menos gran parte de él, o quizás alguna mínima porción porque, ya lo sabemos, las más de cincuenta lesiones —algunas de ellas muy graves— suponen una extravagancia estadística, algo para lo que ninguna planeación sería nunca suficiente. ¿O no es así? Se hablaba de fichar en invierno, de traer a tal o cual, pero, caramba, los lesionados siguen cobrando su soldada aunque no jueguen, no son esclavos o piezas intercambiables de una maquinaria.
Esta temporada bien puede calificarse de maleström o vórtice de las desgracias no esperadas en la navegación vikinga. Una tormenta perfecta ante la que no queda más remedio que apretar puños y corazón para salir lo mejor librado posible, pensando, desde luego, en sobrevivir para comenzar de nuevo un instante después del desastre. Lo que viene, pues, se me antoja harto interesante. Se aprieta la tuerca y la directiva no puede en modo alguno voltear para otro lado. No esta vez. Le toca mover pieza y a los jugadores también: es el momento de la reivindicación y del reclamo justo.
Hoy quiero renovar mis votos nupciales con este escudo, con estos colores, con este credo. Nosotros sabemos que el mañana siempre es mejor
Por último, he de decir una vez más que sigo aquí mirando con esperanza los días que vienen. Lo diré una y mil veces, porque el optimismo es esencial para solucionar crisis, porque nos encontramos en una situación inmejorable para seguir haciendo historia y porque nunca compraré la mercancía podrida de los profetas de calamidades que, como bien se sabe, no buscan nada más que lucrar en el río revuelto de la maldita “tensión emocional”.
El Madrid ha sido siempre una promesa por cumplir que más pronto que tarde se honra y renueva. Aún más: el Madrid es un equipo que evoluciona y propone, que busca incidir en la realidad del fútbol como estamento social; para lograr esto va a contracorriente, operando desde la serenidad y el cálculo estratégico. No es un simple club deportivo, es un comportamiento humano afincado en virtudes y habilidades específicas a las que nos afiliamos quienes creemos en ello. Hoy quiero renovar mis votos nupciales con este escudo, con estos colores, con este credo. Nosotros sabemos que el mañana siempre es mejor.
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