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La Galerna

·25 February 2025

La hora del sultán

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Ya estamos aquí, publicó en sus redes sociales Ancelotti el otro día, después de eliminar al Manchester City en la repesca de los dieciseisavos de final de la Copa de Europa. Me recordó a aquello tan catalán y tan chulo de ja soc aquí! Carletto tiene de qué. En una temporada que parecía a pique de naufragar, mantiene al equipo colíder, a despecho de la mafia arbitral y la charca federativa, y en semifinales de la Copa del Rey. Lo más importante es haber sobrevivido al win or go home de la Champions, un cruce dificilísimo frente al otro gran equipo del último lustro en el fútbol internacional. En el que el club se jugaba un chorro de millones de euros y el entrenador, junto con su plantel, el crédito y el prestigio de toda una temporada que en dos partidos pudo haberse ido, la mitad, por el retrete.

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Carletto salvó el tipo haciéndole, además, un upgrade al equipo en el momento más delicado del curso. Las dos victorias, tan solventes, tan sobradas, sobre el City de Guardiola, la última bestia negra del Madrid, el equipo más complicado de los últimos tiempos, han despejado muchas dudas y dejado, en cambio, algunas respuestas. La más importante, a mi juicio, es el hallazgo o mejor dicho, confirmación de Ceballos como el hombre-orquesta que el Madrid, desde Kroos, necesitaba.


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Ceballos es el hombre-orquesta que el Madrid, desde Kroos, necesitaba

El Sultán de Utrera ya está, también, aquí. El caso de Ceballos es muy curioso porque lleva en el Madrid casi diez años. Zidane, que lo puso muy poco, le dijo una vez que tuviera paciencia porque su hora llegaría. Pasó dos años en Londres, en el Arsenal de Arteta, que ahora está otra vez de moda. Allí tampoco fue indiscutible y con Ancelotti, en el Madrid, ha tenido sus momentos. Siempre a la sombra de Kroos, el CEO del centro del campo del equipo campeón de Europa dos veces en los últimos tres años. Siempre con las mismas dudas, las de su irregularidad, las de su inconstancia. Siempre con el cartel de chico de los recados, subalterno de cierta gala, siempre detrás de Camavinga, de Tchouaméni y de por supuesto Modric. Siempre el hombre-Copa, el de los minutos de la basura, el eterno complemento.

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Sin embargo, contra el City Ceballos ha dado, lo que se dice, el do de pecho. Por primera vez desde que juega en el Madrid ha sido importante en un gran momento, en la hora de la verdad, frente al rival más complicado y cuando no había, debajo, red de seguridad. La ausencia de Kroos había martirizado al Madrid desde agosto. Era como si la Academia, sin Platón, no tuviera director. El agujero negro en la sala de máquinas, en la zona de generación de juego, era un cráter de tal magnitud que ponía en riesgo, severamente, las posibilidades del equipo. Hasta esta eliminatoria, el Madrid no le había ganado a nadie: dos empates contra el Atlético de Madrid y una victoria pírrica en Bérgamo eran lo mejor de una serie de enfrentamientos contra Barcelona, Bilbao, Milan y Liverpool en los que casi nunca dio la sensación de ser superior a los grandes adversarios y en muchos casos fue vapuleado con humillación.

Ceballos, sin ser Modric, ni Kroos, está demostrando ser de garantías. De garantías para todo un Real Madrid, desde luego, donde el listón es mucho más alto que en el resto de sitios

Ceballos ha resultado ser, por fin, el punto de equilibro. Ancelotti ha dado, con él, con su centro de gravedad: el futbolista que consigue hacer fluida la circulación de balón, que permite salir con limpieza al equipo, que apoya a los centrales y que alivia, de este modo, la presión alta de los contrarios; el que asiste a los laterales y los cubre, el que lleva la pelota con aseo y oxígeno hasta Bellingham, Rodrygo y la pista de despegue de los aviones de la delantera.

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El Ceballos de esta temporada es un jugador cuajado, maduro. Sus defectos siempre estuvieron claros: barroquismo excesivo, como si jugara mirándose al espejo, conducciones abusivas, arabescos en lugares impropios e improcedentes; falta de consistencia, de verdadero empaque. Lo cierto es que, acostumbrados al mejor centro del campo de la Historia del club (Casemiro-Kroos-Modric), cualquier cosa ya nos parece poco, de mala calidad. Pero Ceballos, sin ser Modric, ni Kroos, está demostrando ser de garantías. De garantías para todo un Real Madrid, desde luego, donde el listón es mucho más alto que en el resto de sitios.

Ceballos, junto a Tchouaméni, devuelto otra vez a su lugar en la media, combinan bien porque uno favorece las virtudes del otro y soslayan, así, sus carencias

Las cuadraturas del círculo en las que Carletto se pasó la primera mitad del curso dieron lugar a auténticos esperpentos. Pero como casi siempre en la filosofía ancelottista, las cosas se ponen solas en su lugar. Es el principio del Wu Wei: no actuar, es decir, no hacer cosas raras sino aceptar la sencillez, la simplicidad, como respuesta a una gran pregunta. La pregunta era: ¿cómo funcionar sin Kroos? Exacto: con lo más parecido, en términos de funcionalidad, de pragmatismo. Ceballos, junto a Tchouaméni, devuelto otra vez a su lugar en la media, combinan bien porque uno favorece las virtudes del otro y soslayan, así, sus carencias. La falta de movilidad del francés, sus problemas, muchas veces, de orientación y de percepción del ritmo del juego, lo suple la hiperactividad de Ceballos, que es un maratoniano. Las pérdidas inopinadas y la asunción extrema de riesgos del andaluz las baraja Tchouaméni con su presencia, intimidatoria, y su calma, que raya en lo anfibio, cuando las cosas se ponen calientes en el pasillo de seguridad.

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Desde luego, los meses de marzo y abril que le esperan al Madrid probarán definitivamente la validez de todo esto, de esta pareja de centrocampistas, si sirven o no como eje a partir del cual el Madrid puede construirse como equipo campeón. Pero el test del City ya es algo importante. Con Modric, Brahim y Camavinga de brigada de reemplazo, puede que Ancelotti, con la baza de Valverde en el carril derecho, haya encontrado su fórmula, o al menos, una fórmula.

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