La Galerna
·24 de enero de 2025
La Galerna
·24 de enero de 2025
El Real Madrid femenino venció (3-2) a la Real Sociedad en la segunda semifinal de la Supercopa de España y se enfrentará al FC Barcelona en la final. En un partido destartalado y plagado de goles, las blancas necesitaron los tantos de Caroline Weir, Filippa Angeldahl y Linda Caicedo para superar el doblete de Amaiur Sarriegi.
Llegado al tramo central de la temporada 2024-2025, cuando el discurrir en paralelo de cada competición obliga a los equipos a tener afilados todos sus instintos, el Real Madrid femenino se encuentra en tierra de nadie. Por méritos propios, haber asegurado ya —salvo debacle— la segunda plaza en Liga F, unido a la imposibilidad de alcanzar el rendimiento estratosférico del FC Barcelona, supone que una derrota en casa ante un limitado Eibar haga tanto ruido como el árbol que cae en mitad del bosque: ninguno. Al mismo tiempo y en Champions, por culpa de un calendario fragmentado y un sorteo todavía en el aire, la clasificación a los cuartos de final y la expectación por lo que viene parece olvidada en un cajón.
En ese contexto, los mensajes obligados que el club intenta transmitir sobre el optimismo y la ilusión por disputar un torneo menor como la Supercopa de España apenas sirven para levantar una ceja. Es así puesto que, sí, este Madrid necesita levantar por primera vez un trofeo, pero la combinación de encontrar en un mismo partido a un muy mal Barça y a un excelente Real es demasiado remota. Quizás ello explique parte del ritmo y de los vaivenes que pudieron verse sobre el césped de Butarque ante la Real Sociedad.
El Real Madrid, que recuperaba el XI favorito de Alberto Toril, encontró el 1-0 de improvisto en la primera ocasión del partido. Linda Caicedo, protagonista de inicio a fin tanto por banda derecha como por izquierda, asistió de manera automática a Olga Carmona, que desbordaba para centrar al área. Su balón buscó a una Signe Bruun que ya salta al césped con las defensoras pegadas a su espalda, pero la danesa acepta de buena gana la pelea al saber todo lo que implica: entre otras cosas, dejar balones francos a sus compañeras. Y allí, a pocos palmos de la línea de gol, el primero fue a parar a los pies de Caroline Weir para regalarle el tanto.
Apenas había comenzado a fluir el fútbol y poco después pudo comprobarse que, tan pronto como era, ni siquiera la línea defensiva blanca había llegado a situarse en el campo. En cuanto la Real apretó en la mitad contraria y Nerea Eizagirre probó a mandar un balón largo hacia el espacio, cada pieza madridista salió en la foto ubicada a una altura diferente. Con el fuera de juego desbaratado, Amaiur Sarriegi hizo todo lo que se le pide a una atacante: tirar el desmarque al espacio, avanzar hacia la portería, superar a la portera y rematar con efectividad y sin alardes. A falta de misterio sobre el nivel de cada equipo y sobre el nombre que quedará grabado en la copa, el público de Leganés vería recompensado su apoyo al fútbol femenino con un puñado de goles.
¿Merecen la pena el desgaste del equipo y la lesión de Leupolz cuando el premio es disputar una final de Supercopa ante el Barcelona?
El primer intercambio de golpes no le sentó bien al Madrid, y en nada ayudó la alarmante lesión de Melanie Leupolz en un encontronazo con Andreia Jacinto. Sin la alemana, para la que por el bien del equipo desde ya se solicitan oraciones, el dibujo asimétrico fue sustituido por el clásico ataque de extremos en cada costado. La entrada de Athenea del Castillo mandó a Caicedo a la derecha y, desde entonces, lo interesante y lo llamativo sucedió por allí. En el 36, la colombiana destrozó por potencia a una Izarne Sarasola que, sin comerlo ni beberlo, se vio lidiando con la mejor futbolista del partido. La ocasión acabó en córner y de allí nacería el dos a uno. Con el equipo vasco aún refugiado en el área, Weir filtró a Caicedo, quien asistió a un toque a Filippa Angeldahl y, ya dentro del área, la sueca encontró la red con un disparo raso y cruzado.
La segunda parte, disputada sin que nadie diese señales de que aquello fuese una semifinal con metal en juego, estuvo exenta de complejidad o tramas enrevesadas. Todo fue cristalino: el Madrid es mejor equipo que la Real, Linda Caicedo es una futbolista diferencial, las blancas siguen mostrando fases de desconexión y, por último, darle el VAR a las incompetentes que arbitran en el fútbol femenino es tan buena idea como regalarle una escopeta cargada a un mono. En el 53, un quiebro de Athenea en el área fue señalado sin contemplaciones por la colegiada, situada a un palmo de la acción. La historia, falta de la defensa o pisotón atacante, cambiaba según la toma, por lo que había que darle uso al nuevo artilugio que la federación ha decidido regalar a personas que, simple y llanamente, ni están preparadas ni necesitan hundirse aún más en la complejidad de un proceso que hace aguas por todas partes. El no penalti fue lo de menos.
Por suerte para el Real Madrid, quince minutos después volvería a aparecer Caicedo, esta vez de forma aún más impresionante. La cafetera controló el balón por detrás de la línea del centro del campo y ella sola, en una carrera continua y rectilínea, rompió la cadera y la musculatura de la central Nahia Aparicio, llegó sola al área y disparó seco para superar a Elene Lete. A la postre, su despliegue de recursos acabaría siendo decisivo, pues ya en el descuento Amaiur anotó el segundo de la Real poniendo el 3-2. Por entonces apenas quedaría tiempo, y ni los vaivenes de los segundos finales cambiaron la sensación: ¿Merecen la pena el desgaste del equipo y la lesión de Leupolz cuando el premio es disputar una final de Supercopa ante el Barcelona?
Fotografías realmadrid.com