
La Galerna
·12 de mayo de 2025
Acta de desolación

La Galerna
·12 de mayo de 2025
Buenos días. En ocasiones no, pero a menudo las cosas son lo que parecen y desembocan en lo que parece que van a desembocar. Una temporada con una plantilla descompensada con síntomas de agotamiento por fin de ciclo, cuyos protagonistas no muestran la mejor de las actitudes, no es raro que acabe mal.
No lo queríamos creer, pero se han confirmado los lóbregos diagnósticos de los agoreros. También (y este es el signo al que debimos atender) los temerosos pronósticos de los habitualmente optimistas. El niño venía de nalgas, como atisbó Tomás Guasch (un optimista) en agosto, y el parto de la campaña está resultando doloroso. Para más inri, los numerosos errores propios en todos los ámbitos del club le dejan a uno con cara de tonto a la hora de denunciar las evidentísimas injusticias sufridas otro curso más. Si no cierras la puerta al salir, cómo no te van a robar.
El partido de ayer fue un drama. El equipo es una pesadilla que cae recurrentemente en los mismos errores. Por lo que incluso con el 0-2 había sensación de remontada del Barça, incluso de goleada culé. Era como defenderse de un cuchillo con una servilleta de papel. No quedaban servilletas de tela, paños resistentes, pero se decidió no comprar más.
En situaciones así tampoco es raro que se tienda al señalamiento de tal o cual jugador, de esta o aquella decisión táctica, de esa decisión que tomó o no tomó el club, pero lo cierto es que el resultado final es un compendio de todo. Y no hay que olvidar que si se envía a un zapatero a regentar una central nuclear y explota el núcleo, no es de recibo cebarse contra él.
Incluso con un equipo crepuscular cosido a bajas, el Madrid, si nos centramos solo en el marcador, se quedó a las puertas de pescar puntos en Montjuic. Las recurrentes derrotas contra el Barça este año enervan aún más ante la evidencia de que a poco que hubiésemos visto un Madrid serio e implicado los resultados habrían sido otros, pues este Barcelona posee una fragilidad defensiva incompatible con ser un gran equipo, como se ha demostrado en Europa.
El 4-3 supone el adiós a la liga, así tituló Jesús Bengoechea su crónica del encuentro. «El Barça ‘gana’ la 28ª», a falta de confirmación oficial, como titula Marca. O «El Barça abraza la Liga», como hace As.
De la prensa culé no esperábamos menos. Sport, sobre todo, es un valor seguro adornado con la calidad sintáctica de Gavi, la limpieza de Luis Suárez o la inteligencia de Iñigo Martínez.
Son sus costumbres, y no hay que respetarlas, aunque es innegable que se lo hemos servido en bandeja. Duele más por el hedor de impunidad que emana todo. Solo falta que celebren algún gol levantándose la elástica y mostrando una camiseta interior serigrafiada con una factura pagada a Negreira. Al madridista no le sale hablar ahora de eso, no es el mejor momento, pero es una realidad que no convendría olvidar, si bien no cabe utilizarse como excusa de los fallos propios. Son dos cosas diferentes y complementarias —para mal— que deben abordarse y solucionarse cada una por su vía correspondiente.
Es imposible ofrecer buena imagen y ganar siempre todas las temporadas. No existe mayor exigencia que la del Madrid y los finales de ciclo son inevitables, por mucho que nos duela. Negarlo no solo es desconocer el fútbol, sino la naturaleza humana. Es imposible ser muy grande y caer de lo más alto sin hacer un ruido estruendoso. Y ha terminado una de las mejores etapas del mejor club de la historia.
Hay aficionados que están convencidos de que volcando su ira, gritando a la tele e insultado en redes sociales a los que consideran responsables de las malas situaciones consiguen mejorar el panorama. No es así. Lo que sí es inevitable es enfadarse, y en esas estamos.
La madurez consiste en gestionar la frustración y en asumir que siempre habrá malos momentos porque sin ellos no podría haber —por comparación— buenos. Y el Madrid es el equipo de toda la historia que más momentos buenos ha disfrutado, aunque hoy no tengamos más remedio que firmar este acta de desolación.
No se puede hacer tortilla sin huevos, en ambos sentidos. Y el trabajo de provisión de suministros necesarios y de actitud es perentorio. En las buenas y en las malas, siempre, hala Madrid.
Pasad un buen día.