La Galerna
·19 de noviembre de 2024
La Galerna
·19 de noviembre de 2024
Quizá por habernos pasado el fútbol varias veces ya, este, a día de hoy, pasado el ecuador del siempre gris mes de noviembre, tiene poco interés para los madridistas. Hay que ser muy cafetero. La victoria contra Osasuna fue como las victorias de Pirro en Italia: duras, dolorosas y de consecuencias nefastas a largo plazo. Pero, en fin. Las evidencias apuntan desde el mismo mes de junio de este año a que faltan jugadores, está ya de más decirlo. El otro día un artículo en The Athletic apuntaba a la existencia de discrepancias en el seno del staff técnico del Madrid a cuenta del método Pintus, alabado en público y con jolgorio por los propios futbolistas durante la celebración de los últimos grandes títulos. La realidad es que desde agosto de 2023 hasta hoy se ha lesionado hasta el apuntador, aunque también que el Madrid, con el italiano a los mandos de la preparación física del equipo, gana mucho.
La plaga de lesionados se ha cebado con especial virulencia en la defensa. Militao, por dos veces, y David Alaba, los defensas titulares de La 14, se han roto la rodilla, el primero, dos veces en poco más de un año. Carvajal se tronchó la pierna, aunque en su caso la desgracia fue más cosa del infortunio. Si el año pasado la tragedia de Militao dio lugar a la consolidación de Rüdiger el Loco como gran central madridista en una Copa de Europa inolvidable, la de este año, ¿qué puede deparar?
Por un lado, el salto definitivo de Raúl Asencio. El canterano ofreció, la verdad, una impresión inmejorable contra Osasuna el otro día. Y a los chavales, por supuesto, hay que probarlos para ver de qué están hechos.
Por otro lado, que Tchouaméni justifique de alguna manera su fichaje rindiendo como central, opción a priori conservadora pero de garantías, y que, conociendo a Carlo Ancelotti, será la utilizada en cuanto el muchacho vuelva de sus molestias, al menos hasta el mes de enero.
Si el año pasado la tragedia de Militao dio lugar a la consolidación de Rüdiger el Loco como gran central madridista en una Copa de Europa inolvidable, la de este año, ¿qué puede deparar?
Porque una pregunta inquietante sobrevuela las mentes más escépticas: ¿tiene el Madrid dinero para fichar?
Mañana mismo podría llegar un central que se incorporara de inmediato a la disciplina del equipo, pero sólo en el caso de que ahora estuviera sin equipo. Las opciones están reducidas a una sola: Sergio Ramos. Pero a Ramos se opone la Brigada Pesada de los Virtuosos, que, como reacción química a la caspa mediática que mangoneaba en el Madrid antes del paso por el club de José Mourinho, ahora gobierna cual sanedrín de determinaciones innegociables la moral de los fichajes.
Se dice que Florentino no aprueba los regresos, salvo el de Zidane y el suyo propio. Como fuera, Matts Hümmels, central titular del subcampeón de Europa en Wembley, estaba libre como el viento el pasado verano, al terminar su contrato con el Dortmund. Si en junio Hümmels, que tiene veteranía y experiencia para regalar, habría venido que ni pintado, en este noviembre trágico, ni hablemos. Pero por lo que sea se decidió que de Bellingham hacia atrás el equipo estaba niquelado y que no hacía falta nadie, a pesar de la marchas de Kroos, de la que ha hablado todo el mundo, pero también de la de Nacho, de la que ya ha hablado menos gente. Y estoy convencido de que la decisión no la tomó un hombre de la trayectoria y los kilómetros en carretera de Carlo Ancelotti, aunque fuera él el encargado de venderla.
El Madrid no tiene, ni va a tener en mucho tiempo, lateral derecho, pues Lucas Vázquez es tan sólo un parche coyuntural y a las últimas pruebas me remito. Sin embargo, todo lo que suena en el mercado son laterales izquierdos: Davies y Miguel Gutiérrez, buenísimos ambos pero tan defensivos como Beckham de pivote stopper. La gestión deportiva de Florentino, aunque excelente, admite un margen para la crítica, sobre todo esta temporada, que da toda la sensación de haber sido pensada demasiado a la ligera, como con muchas otras cosas en la cabeza.
Si en junio Hümmels, que tiene veteranía y experiencia para regalar, habría venido que ni pintado, en este noviembre trágico, ni hablemos
El fútbol es un negocio que va a dos velocidades. Por un lado marcha el futuro, montado sobre los raíles del largo plazo. Ahí es donde parece estar desde hace mucho tiempo el Real Madrid, algunos diríamos que desde su misma fundación en 1902, pero sobre todo con Florentino, con el Florentino Pérez que volvió del purgatorio y retomó el control de un club a la deriva en 2009. Por el otro lado marcha el presente, único espacio temporal del fútbol en la mente de los aficionados. El presentismo absoluto gobierna en último término las voluntades de los dirigentes, por más que ellos, en sus planes estratégicos, estén en 2050: ningún proyecto aguanta una buena pañolada y eso lo sabemos todos.
A estas alturas de la película, engañarse sobre esto sería hacerse trampas al solitario. Presentismo, injusticia y crueldad son las tres características del fútbol como máquina social, adherida al hoy y desmemoriada por completo. Las últimas tres temporadas de Ancelotti como DT del Madrid, saldadas con dos dobletes Liga-Champions, le han valido para soportar sin muchos pitos dos goleadas monumentales, en casa y frente a los rivales históricos por antonomasia, Barcelona y Milan. Pero ahí se acabó la cosa. A la siguiente arderá Troya, ¿y cómo no va a arder si no hay quien la defienda?
Los ciclos en el fútbol contemporáneo no pasan de tres años, sin contar con raras excepciones: Simeone, que es el virrey de lo mezquino en el desierto de lo cierto que es el Atlético de Madrid, y Guardiola en Manchester, donde el buen hombre surfea la gran ola de la Historia montado en un portaaviones de oro y petróleo. El fútbol, como expresión de Occidente desde la Revolución Industrial, no iba a quedarse ajeno a la era de lo líquido, de la que todo es pasto ya, en este punto del proceso histórico postindustrial. Si yo mandara algo en la dirección deportiva del Madrid, me preguntaría si quiero agotar este maravilloso período que ya a todas luces caduca en una lenta agonía que nada, ni un poquito de la Creación, podría agrandar.
Getty Images