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·4 de octubre de 2024

Chile, un país futbolizado (por @NachoJOsorio1)

Imagen del artículo:Chile, un país futbolizado (por @NachoJOsorio1)

Por Ignacio Osorio

La crisis del fútbol chileno es algo que, a todas luces, es evidente. A los magros resultados de selección, se le suman los irregulares y deficientes de los clubes a nivel de competencias internacionales, las cuales, salvo la excepción de Colo-Colo en la presente edición de la Copa Libertadores, son derechamente magros e insuficientes. Esto es solo una muestra de lo que es el campeonato nacional, un torneo poco atractivo que al ser irregular, por otro lado, no solo no es atrayente desde lo deportivo, sino también en las tribunas, promediando asistencias que rozan la tristeza.


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Mucho se habla de que esto es por el mal desempeño en cancha de los diferentes equipos que disputan el torneo, otros de que es el resultado de lo poco amigable que es en su totalidad la experiencia estadio, con canchas y situaciones que no son aptas para un espectáculo que debería ser considerado profesional. Pero lo cierto es que Chile hoy no vive una realidad, sino su realidad, la que es ser un país poco futbolizado. Y está bien que así sea.

Cuando se dice que Chile es un país poco futbolizado, muchos son los responsables sindicados por los hinchas, preferentemente a través de redes sociales: que la ANFP, los jugadores, la prensa tradicional, los medios independientes, etc. Variadas son las razones argumentadas para defender que Chile debiese serlo, y la verdad es que no, ¿Por qué? Porque simplemente somos así. Chile, nuestro país, no de ahora sino desde siempre y más con la instalación y asimilación de un modelo que no solo incentiva, sino además premia y muestra como único camino el exitismo, el ganar, el resultado y todo lo demás no importa, como si la vida en su totalidad fuese solamente ganar y una constante empresa, ve con malos ojos aquello que no está precisamente hecho para el éxito y para atraer triunfos o hitos de victoria. Lo mismo ocurrió durante la época de Corea y Japón, en el año 2002 y años próximos, en donde los estadios – salvo excepciones muy contadas- mantenían una capacidad regular baja y donde lo que hoy, en lógica de marketing, se denomina Producto en lo que estrictamente concierne a la cancha, era bastante mejor y más potenciable que lo podemos encontrar en la cancha. El problema no yace sino en nosotros mismos como sociedad, y escapa a todas luces de cómo funciona la industria en su totalidad, la que sí podría, desde los medios oficiales y la propia ANFP hacer algo para revertirlo, pero lo cierto es nada te obliga a ser un país futbolizado, no está en nuestro ADN.

Otra muestra de que Chile no es, ni ha sido y probablemente no será un país futbolizado, es la poca seriedad con la que proyectos y procesos históricos de nuestro balompié se han desarrollado a lo largo de nuestra historia: Chile 1962 no tuvo continuidad. El Chile de Acosta no tuvo continuidad.

El Chile de Bielsa/Sampaoli no tuvo continuidad que permitiese no solo aprovechar un (más que) buen momento histórico en lo deportivo, sino también en cómo se estaba configurando la industria y el nivel de ingresos que, como es sabido, fue a parar a otras manos y no permitió la reinversión y el desarrollo. No solo no somos futbolizados en las calles, en las audiencias de los programas que se consumen, sino además no somos futbolizados en la propia industria y administración de este deporte que, en sí mismo, requiere otros tiempos, otros compases y esperas que muchas veces la sociedad y los chilenos simplemente no estamos dispuestos a tolerar porque «¿Y de qué sirve esto?» . Chile no es ni será un país futbolizado no por sus medios, no por sus equipos o por sus jugadores, simplemente porque a Chile solo le interesa el éxito, el campeonar y el levantar títulos, no le interesa pasar por un proceso, por un camino, un análisis. Todo debe ser – lamentablemente- inmediato.

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