Diez años de La Galerna, el árbol de la vida madridista | OneFootball

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La Galerna

·21 de mayo de 2025

Diez años de La Galerna, el árbol de la vida madridista

Imagen del artículo:Diez años de La Galerna, el árbol de la vida madridista

Recuerdo y siempre recordaré que estaba como un adolescente de la Generación perdida deseando ir a la Gran Guerra. Mourinho, como el káiser, aunque en sentido contrario, había retocado y removido mi dormida épica madridista. Yo era un madridista en hibernación desde hacía años al que, de repente, sorprendió una primavera de olvidadas y devueltas reminiscencias.

De pronto podía ver cosas alucinantes, a mis casi 40 quería volver a jugar y marcar goles, ponerme las medias, sentir el escudo, vestir de blanco. Lo hice dándole a la tecla en un impulso ideológico. Me uní a una revolución de las entrañas, como un terremoto del alma, que ese entrenador portugués provocó como Superman cuando fue hasta el centro de la Tierra para recomponer la falla y salvar a Lois Lane.


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No logró su objetivo, así que decidió darle la vuelta al tiempo volando en sentido contrario a la rotación de la Tierra y entonces sí: llegó para evitar que Lois muriese atrapada en el coche. No era el único. La proliferación de publicaciones salidas de la nueva efervescencia era como las flores y las plantas de aquella primavera. Twitter era el principal jardín del neomadridismo, “un jardín romántico, un jardín para morir, en la adolescencia, de amor, de desesperación, de tisis y de nostalgia”, como decía Cela en Viaje a la Alcarria”.

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Y entonces, en el fragor de aquella batalla y de aquella fe, apareció Jesús Bengoechea y cambió mi vida. Me llamó desde el jardín con palabras de sirena y yo, que no soy Ulises, me fui sin pensarlo. No sin abandonarlo todo, pero casi. Madridismo y sintaxis. Y lo que había allí era mucho más porque el Boss, la gradación que se le puso a aquel comandante, había reclutado y estaba aún reclutando a los siete magníficos, a los caballeros de la Tabla Redonda, a los siete samuráis, a los Malditos Bastardos, al Comando G, a los mosqueteros y a los mosqueperros.

Todos ellos madridistas, poetas y sabios, exploradores y arqueólogos: los hermanos Faerna, el padre Suances (“tenemos hasta un sacerdote”, me dijo Jesús aquella mañana en el Chesterfield Café, como si fuera el multimillonario John Hammond convenciéndome para ir a ver su Parque Jurásico: “No hemos reparado en gastos”), Rafa Moreno (Moregu), Jorgeneo, Kollins, Alberto Cosín, el mosquetero Dumas, Fred Gwynne (yo siempre le he llamado y le llamaré Fredo, como Fredo Corleone), Fantantonio, Andy Torres, Hechi, Falstaff, Ramón, Manuel Matamoros, Lucía y los que fueron llegando después, Paquito o Barney. Eran los sesenta de Bob Dylan, que cantaba y recitaba para parar el mundo.

Una década de amor, de alegría, de amistad, de emoción y de triunfo y de enseñanza reflejada físicamente en unos textos y en un chat privado memorables que continúan

Recuerdo aquella primera época como una nueva juventud. Yo era joven de nuevo, adolescente he dicho, de esos adolescentes que querían ir a la guerra a principios del XX y no sabían lo que hacían, pero en este caso sí lo sabíamos, aunque no podíamos imaginar lo que sería. Yo estaba a punto de ser padre y el Madrid estaba a punto de ser el campeón inigualable que ha sido en estos últimos diez años. Una década de amor, de alegría, de amistad, de emoción y de triunfo y de enseñanza reflejada físicamente en unos textos y en un chat privado memorables que continúan.

Un tiempo inigualable, como el del Madrid, al que espera otro más, y luego otro. Gracias y enhorabuena, Jesús, felicidades a todos, galermanos (hoy además celebramos una buena nueva personal que nos ha dado nuestra Copa de Europa de 2025, como ha dicho José María Faerna) porque la semilla que se plantó aquel 21 de mayo de 2015 es la del árbol de la vida madridista y en el Madrid y en La Galerna, como en Mad Men y en El Quijote, está todo.

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