El Nueve y Medio
·9 de abril de 2020
El Nueve y Medio
·9 de abril de 2020
Привет! Как дела? (Priviet! Kak dielá?) Hemos regresado al ruso, uno de mis idiomas favoritos. Espero que estés muy bien hoy. La semana pasada dimos una vuelta al mundo para ver todas las selecciones que no juegan con los colores de su bandera. Uno de los países mencionados es Rusia y vamos a hablar precisamente de uno de los equipos que ascendió la temporada pasada: el PFC Sochi.
Sochi está solamente a cuatro kilómetros de la frontera con una región bastante problemática llamada Abjasia. Para Rusia y otros tres países, es un estado independiente. Para el resto de la comunidad internacional, es parte de Georgia. Esta es una canción que fue cantada durante la Guerra de Independencia de Abjasia (1991). Aparece en la película del 2012 “Canciones de nuestra victoria” (en abjasio, «Ҳара ҳаруаа реиҳабы», Hara harwaa reihaby, en ruso, «Песни Нашей Победы, piésni náshei pabiedý»). Esta canción es tradicional de este país y la cantó un regimiento cabardiano en esta guerra. 20 años después, los sobrevivientes la cantan, destacando Анзэрэкъо Чеслав (Anzereko Cheslav). Canta en adyghe y en abjasio. Esta canción se llama Adige nise Адыгэ нысэ (Adighe nisa), “Traemos a casa a la novia circasiana”. En abjasio recibe el nombre de Адыга ҭаца (Adighe thatsa)
Vamos al tema de esta semana
Es algo innegable el hecho de que el futbol moderno es un éxito comercial, con torneos por racimos, con futbol jugado a media semana en la noche más el partido tradicional de fin de semana, con derechos comerciales que representan movimientos en la economía que ya han derivado en maestrías para administrarlas, con fichajes constantemente inflados a raíz de la queja de un futbolista apellidado Bosman.
Uno de los males que aqueja al futbol moderno es precisamente no tomar en cuenta con frecuencia al aficionado, el alma de la fiesta. El aficionado resiente el encarecimiento de los precios para acudir al estadio para apoyar a su equipo, compra renuentemente la tercera equipación cada vez más común, reclama la negligencia de su directiva, y aún así está al pie del cañón.
Lo que no llega a tolerar es cuando la directiva caprichosa decide borrar de un plumazo la historia corta o larga que tenga el club de sus amores para ir a buscar nuevas aventuras donde el dinero podría generar mayores dividendos, transformando así el club en una marca registrada que hiede a contaminación con codicia.
Hay parajes donde simplemente esto no es posible porque la voz del aficionado es la que manda, como en Argentina. Hay lugares con sus excepciones, como Inglaterra, donde el Wimbledon FC se mudó y se transformó en el Milton Keynes Dons. La respuesta virulenta de la afición es muestra de que esta excepción confirma la regla donde el futbol es tan arraigado. Hay otros países donde los equipos son más pragmáticos, como el caso de la liga sudafricana, cuando por ejemplo el decano Vasco da Gama se convirtió en el Stellenbosch FC.
Esta es una de las cosas más criticadas de la Liga MX. Influidos por el sistema de franquicias del deporte estadounidense, la mudanza de equipos está a la orden del día. Sea el Necaxa mudándose de Ciudad de México a Aguascalientes, sea el Atlante haciendo lo propio de la capital a Cancún. Hay también carruseles: de La Piedad a Veracruz, de Chiapas a Querétaro, de Veracruz a San Luis… pasan los equipos y parece que la cúpula directiva mexicana está en constante guerra con la tradición.
No es el único país donde sucede esto. Hay un futbol donde mete su cuchara una casta oligárquica amiga de un mandatario que aseguró su poder hasta el 2036. Hay un futbol de un país que trata de darle un uso continuo a sus instalaciones después de albergar sendos megaeventos. Hay un futbol que trata de dejar su estatus de liga formadora y/o de vitrina hacia otras ligas más competitivas. Vamos a Rusia.
Contrario a otras ciudades en Rusia, Sochi (Сочи) surgió hasta 1864 a partir de un regimiento que ganó la guerra contra esos pueblos del Cáucaso que eran de cuidado, como los adyghe, los ubykh y los abjasios. Con esa purga de pueblos circasianos, llegaron otros pueblos a desarrollar este asentamiento: griegos, alemanes, eslavos… todos empezaban a ver el agradable clima que tenía Sochi. A mediados del siglo XX, Sochi empezó a tomar relevancia porque Stalin tenía su dacha (дача casa de verano) ahí, y porque ahí crecían unas mandarinas que no tenían parangón en la Unión Soviética.
Más que la respuesta soviética al Algarve portugués, Sochi podría considerarse el Acapulco ruso. Esto se debe a que Sochi se encuentra a las faldas de los Montes del Cáucaso y da hacia la costa del Mar Negro. Para los amantes del ecoturismo, cerca de ahí hay caídas de agua, senderismo y grutas. Para el ciudadano común, una línea costera bendecida por un clima cercano al mediterráneo les da la bienvenida. Y a pocos kilómetros de aquí está la frontera con la región separatista de Abjasia. No es de sorprender que las conversaciones de paz entre Georgia y Abjasia/Osetia del Sur se hayan dado en esta ciudad.
Sin embargo, en 2005 todo cambió para esta ciudad. El Comité Olímpico Ruso postuló a este espacio de veraneo para albergar los Juegos Olímpicos de Invierno de 2014. Venció a la favorita Salzburgo y también a Pyeongchang, Corea del Sur. La preparación de Sochi duró nueve años y tuvo una considerable inversión de 51 mil millones de dólares para construir todas las instalaciones olímpicas, como la Villa para los atletas, los diferentes recintos de competencias y un estadio totalmente moderno, sede de las ceremonias de apertura y clausura. Con todo y las críticas esperadas por lo inusual del clima, los Juegos Olímpicos de Invierno salieron adelante.
Conforme esta edición de Juegos Olímpicos Invernales llegaba a su fin, había una cuestión que le empezaba a hacer ruido al gobierno ruso: ¿Qué pasaría con toda esa inversión y esa infraestructura? En la memoria colectiva quedaba cómo las instalaciones olímpicas de Atenas y Pekín y las mundialistas de Sudáfrica se transformaban en elefantes blancos y hundía sus economías. Tras Londres, Sochi fue apenas la segunda ciudad olímpica que en verdad se preocupó por ver el futuro de esos edificios. A lo largo del Parque Olímpico se trazó un recorrido que se transformó en el Autódromo de Sochi (Сочи Автодром, Sochi Aftódram), y ahora es el Gran Premio de Rusia, una parada en el calendario de la Fórmula 1. La pista de esquiataje Adler se transformó en canchas de tenis. Otros recintos no corrieron con la misma suerte, como el Centro Internacional de Transmisiones.
Ahora bien, ¿cuál sería el destino del estadio Fisht (Стадион Фишт)? Afortunadamente Rusia había ganado el derecho de organizar tanto la Copa Confederaciones como el Mundial de Futbol. Para esto, otra inversión más para que, en lugar de ser un estadio techado, tuviera una preciosa vista al monte Fisht y otra al Mar Negro. La capacidad bajó de 47,5 mil a 44 mil. Aunque Sochi tiene una población perenne de 400 mil habitantes, recibió en total 500 mil visitantes. Tras Moscú y San Petersburgo, Sochi fue la sede más visitada en el Mundial. Nada mal para una ciudad que 20 años atrás no pasaba de ser un lugar de vacaciones.
Sin embargo, la pregunta seguía en el aire: ¿Después del Mundial qué? ¿Cómo se ocuparía el estadio Fisht? Esa pregunta fue más difícil de responder, pero la respuesta la tenía Vladimir Putin. Él miró a uno de sus amigos llamado Boris Rotenberg. Dijo: “Llevemos el futbol de Sochi”. ¿Pero cómo?
Durante la Unión Soviética, la economía estaba bastante estatizada y todas las empresas públicas mantenían un auténtico monopolio en cada industria. Cayó la URSS y las reglas del juego cambiaron de manera radical: el socialismo mutó en una economía de mercado. Con la llegada al poder de Boris Yeltsin (Борис Ельцин), se supone que cada ciudadano ruso tenía un bono, que era su parte en la riqueza rusa. Sim embargo, había un problema chiquitito: el cambio fue muy drástico. De la noche a la mañana el rublo perdió hasta el 100% de su valor y muchos rusos quedaron empobrecidos.
Es aquí donde llega un grupo de jóvenes que eran burócratas de los tiempos soviéticos. Encabezados por Anatoly Chubais (Анатолий Чубаис), aprovecharon esas lagunas, compraron esos bonos y las amasaron. También vieron que esas empresas centrales alguna vez imponentes habían caído en desgracia. No tenían otra opción que no fuera privatizarse a precios irrisorios. Estos mismos jóvenes aprovecharon eso para comprarlas. Por su extensión territorial, Rusia está llena de recursos naturales, como petróleo, madera, acero y gas natural. Así empezaron los negocios y llegó al poder esta casta.
Con el dinero, llegó la injerencia en la economía. Crearon sus propios bancos, generando así una hiperinflación en el Banco Central. Ellos prestaban el dinero y con los intereses se quedaban con la mejor parte. Empezaron a meterse con los medios de comunicación y hasta la política. Eso explica en buena parte la caída de Yeltsin.
En el último día del segundo milenio subió al poder Vladimir Putin (Владимир Путин). Lo que hizo fue alejar a estos oligarcas en el poder. La gente veía a Putin como una especie de Robin Hood: tomaba el dinero de esos oligarcas pérfidos, ahora exiliados en Londres y Tel Aviv, y lo daba en los rusos pobres. Lo que muchos ignoraban era que él mismo traía a otros oligarcas, muchos de ellos amigos suyos. Uno de ellos era Boris Rotenberg.
En el Leningrado de los años 60 había un jovencito llamado Boris Romanovich Rotenberg (Борис Романович Ротенберг) que era fanático de las artes marciales como el judo y el sambo. Empezó a practicar judo y le fue tan bien, que ganó muchos premios a lo largo de la Unión Soviética. Su fama y su talento atrajeron a otros muchachos más jóvenes que ansiaban ser entrenados por él. Uno de ellos era Vladimir Putin. Entablaron una gran amistad.
Pasó un tiempo en Helsinki, donde se volvió un judoka profesional, y regresó a San Petersburgo en 1998. Gracias a esa relación con Putin, se mantuvo en su círculo cercano. Y le llegó el dinero. Para empezar, en 2001 fundó el banco SMP (СМП Банк) con presencia en 40 ciudades rusas. Su amistad con el presidente le valió estar muy cerca del éxito de Gazprom (Газпром) y es miembro el principal lobby energético de Rusia, Conexión de San Petersburgo.
Pero su mayor fuente de riqueza fue gracias a que llegaron los Juegos Olímpicos de Invierno a Sochi. La amistad con Putin le trajo más dinero porque se quedó con 20 licitaciones para construir la infraestructura necesaria, lo que en total tuvo un valor de 5 mil millones de euros. El más destacado fue la carretera Adler, donde estaba el Parque Olímpico.
No todo fue miel sobre hojuelas. Rotenberg quedó salpicado por el escándalo de corrupción de Panama Papers. La comunidad internacional se enojó con Rusia por la invasión a la península de Crimea, y como Rotenberg realizó un estudio de factibilidad para construir un puente que uniera a esta península con Rusia, la Unión Europea y Estados Unidos colocó a buena parte de sus bancos y empresas en sus listas negras.
Rotenberg tuvo que voltear al deporte. En el judo encontró buen solaz: desde 2015 es presidente de la Federación Rusa de Judo, una de las más poderosas del mundo. También volteó al futbol. Primero fue presidente del Dinamo de Moscú (Динамо Москва), un equipo a la sombra del Lokomotiv (Локомотив), del CSKA (ЦСКА) y del Spartak (Спартак). La aventura en el equipo moscovita le duró de 2013 a 2015. No fueron momentos precisamente aciagos: presentaciones flojas en el campo y una pésima administración eran el pan de cada día. Cuando por fin se pensaba que llegarían a Europa, se descubrió que el Dinamo había violado las reglas de Fair Play Financiero. Así, dijeron adiós a su lugar en la Europa League y Rotenberg dijo adiós al club, porque los dueños del equipo y el principal patrocinador, VTB Bank (ВТБ Банк), lo sacaron a patadas.
Volteó a San Petersburgo, concretamente al segundo club de la ciudad, el Dynamo.
A orillas del Mar Báltico y sobre el río Neva está la antigua capital rusa, San Petersburgo (Санкт Петербург). Originalmente construida con los esfuerzos de prisioneros de guerra suecos, el zar Pedro el Grande trajo a cuanto arquitecto dominara Europa y la embelleció. Se dice que San Petersburgo es la Venecia del Norte por sus más de 100 canales. En la I Guerra Mundial, Rusia quiso romper todo vestigio alemán y eslavificó su nombre cambiándolo a Petrogrado. En los tiempos soviéticos, cambió su nombre a Leningrado. Sea como sea, su carácter cosmopolita contrasta con Moscú, con una esencia más rusa.
El futbol aquí también triunfó. Es verdad que el equipo por antonomasia es el Zenit, que en este siglo ha dominado la Premier Liga rusa gracias al cuantioso patrocinio de la paraestatal rusa Gazprom; sin embargo, el primer equipo de San Petersburgo es el Dynamo (Динамо Санкт-Петербург). Fundado en 1922, fue uno de los fundadores de la liga soviética. Durante los años duros del indolente bloqueo nazi, el Dynamo San Petersburgo jugó un partido contra el Nevsky Zavod (Невский Завод) para darle esperanza a los ciudadanos que se alimentaban con pan duro y un sorbo de vodka.
Casi hasta ahí llegó la gloria del Dynamo de San Petersburgo, porque primero le cedió su lugar al Zenit. Luego tras la caída del régimen soviético, fue víctima de la casta oligarca. En total desapareció cuatro veces, aunque se considera que su verdadera muerte fue en 1994. Todos los avatares que siguieron a esta desaparición se conformaban con regresar a segunda división cada que reencarnaba.
En esa cuarta reencarnación llegó el dinero de Rotenberg y empezó su camino a la cima. Rusia es un país donde puedes armar un equipo, inscribirlo en quinta división y en cuestión de pocos años lo llevas al máximo circuito. Gracias a su función de equipo de desarrollo para el Zenit, el Dynamo de San Petersburgo llegó a segunda división. Lo malo era que a nadie le interesaba lo que le sucediera al hermano menor del Zenit. Imagínate: en la temporada 2016/17, la asistencia al estadio Petrovsky fue la tercera más baja de toda la segunda división: apenas un promedio de 672 espectadores por partido.
Con tantos cambios, a nadie tomó por sorpresa que Rotenberg tomaría al Dynamo de San Petersburgo y se lo llevaría a Sochi. Sería una mudanza de 2.400 km, del Mar Báltico al Mar Negro.
Con una importancia cada vez mayor, Sochi se aventura en otros deportes. El equipo de la ciudad está en la liga Kontinental, la segunda mejor liga de hockey del mundo. No le va tan mal. Por lo general avanza a play-offs, aunque aún queda a deber su progresión más allá de la primera ronda.
Pero por una u otra razón, Sochi parecía tener una resistencia al futbol. Este deporte llegó en 1991 cuando se fundó el Zhemchuzhina Sochi (Жемчужина Сочи). Para una ciudad de veraneo, no era tan débil y peleaba a media tabla, pero los problemas económicos se acumulaban hasta que en 2004 no pudo más y se disolvió. Los otros dos equipos, el FC Sochi-04 (ФК Сочи-04) y el FC Sochi 2013 (ФК Сочи 2013(, no lo hicieron mejor; de hecho, este último se tomó un descanso en 2017 para sanear sus arcas.
Con estos problemas, todo pintaba para que Sochi fuera la única sede sin un equipo de importancia cuando pasara la fiebre mundialista, pero Boris Rotenberg tenía la última palabra. Económicamente era una movida conveniente: el Zenit (Зенит) se negó a compartir su flamante estadio Petrovsky y el estadio Fisht ansiaba ser usado cada 15 días. Así, en mayo de 2018 el Dynamo San Petersburgo moría por cuarta vez y con sus jugadores, estructura, fondos y recursos surgía el cuarto equipo de Sochi, el PFC Sochi (ПФК Сочи), que tomaba su lugar en segunda.
Con esa movida logística, todos quedaban contentos… excepto los ultras del Dynamo y un puñado de aficionados con un romanticismo por la historia. Hicieron todo lo que estaba en sus manos, incluso iniciaron una petición en change.org para mantener al decano de San Petersburgo en su ciudad. Pero, repito, a nadie le importaba el Dynamo, y ni siquiera lograron reunir 400 firmas. El destino estaba sellado, la historia era olvidada y nacería el club de Sochi.
El proyecto rindió frutos apenas en su primera temporada. Lograron asegurar el ascenso a dos jornadas del final, tuvieron la segunda mejor cosecha goleadora de la segunda división y tuvieron al máximo goleador, Maxim Barsov (Максим Барсов). En solo un año, el estadio Fisht vería acción de la primera división.
La temporada en Rusia normalmente comienza en agosto para disputar 20 jornadas a un ritmo vertiginoso, porque el invierno inclemente en este país obliga a parar todo el futbol de diciembre a febrero.
Esta temporada ha resultado bastante tumultuosa para el futbol de Sochi. El historial de falta de interés del futbol en esta ciudad despertaba dudas en el proyecto incipiente. Hay que recordar que el aforo promedio en la temporada de 2011/2012 apenas rebasaba los 3.000 espectadores. Había sospechas de que el estadio Fisht solamente se llenaría en los partidos contra el Zenit, el CSKA y el Lokomotiv, más cuando no había una identidad tan arraigada en Sochi.
Cuando el futbol ruso se fue a hibernar en el invierno, el PFC Sochi estaba en último lugar con 15 puntos, a cinco puntos del Krylia Sovetov de Samara. Por si eso fuera poco, el club tuvo un brote de una enfermedad llamada tonsilitis, aunque la liga dijo que era rotavirus, lo que causó que el duelo contra el Orenburg fuera pospuesto. El entrenador que los llevó a primera, Alexander Tochilin (Александр Точилин), se vio obligado a renunciar por los pésimos resultados; el salto de una liga a otra era mucho más pesado de lo esperado y al quite llegó el legendario portero ruso-armenio, Roman Berezovsky (Роман Березовский). Dirigió dos partidos que terminaron en empate.
Al final se anunció que el PFC Sochi sería dirigido por Vladimir Fedotov (Владимир Федотов), que había tenido éxito manteniendo a flote al Orenburg. También tuvo una especie de deus ex machina en su plantilla: Alexander Kokorin (Александр Кокорин), mundialista en Rusia, pasó un año y medio en la cárcel por una pelea con un funcionario público. Cuando salió libre, el Zenit lo prestó al PFC Sochi. Kokorin no estuvo de acuerdo y el Zenit lo puso en sus reservas. No tuvo de otra más que aceptar.
El trabajo de Fedotov ha rendido frutos rápidamente. Al acabar la pausa invernal, el PFC Sochi ha ganado tres de sus cuatro partidos. Con 24 puntos, el PFC Sochi ha abandonado no solamente el descenso, sino la promoción por no descender, y ahora está en el lugar 12. Kokorin ha marcado tres goles en cuatro partidos. Veremos si la pausa obligada por la situación del CoVID-19 no merma su lucha.
Por cierto, el 15 de abril de 2019 se anunció la quinta reencarnación del Dynamo de San Petersburgo. El club FC LAZ Luga (ФК ЛАЗ Луга), que está en la quinta división (Campeonato de San Petersburgo) fue quien entró al quite. Ahora bajo propiedad del empresario Konstantin Samsonov, tienen un proyecto que rápidamente ha subido a cuarta división, producto de haber ganado la Copa de San Petersburgo y de inmediato apunta a seguir subiendo. Junto con la gestión de su director comercial, Sergey Yablokov, el Dynamo San Petersburgo parece encaminarse a cumplir una vez más su karma. Y es que el dinero va y viene, pero la historia reclama su sitio
Sochi es una ciudad a orillas del Mar Negro. Por su configuración, se le ha llamado el Acapulco de Rusia. Justo vamos a ir al otro lado del Mar Negro. De Sochi nos embarcamos en un barco que nos lleva al puerto de Varna, en Bulgaria. Justo en ese país gobierna el Primer Ministro. Su nombre es Boyko Borisov. Es su segunda etapa al frente de este país. ¿Sabías que en su primera eta fue registrado como jugador de futbol en un equipo de tercera división? Ese club se llama Vitosha Bistritsa y esa historia te la traigo la siguiente semana.
Esta es una de mis canciones favoritas de la música rusa. Pertenece a un grupo de ska ruso, Leningrad (Ленинград), con esta canción divertida, Хуямба (Huyamba). Este grupo está liderado por Serguéi Shnurov (Сергей Шнуров), conocido como Shnur, quien además de ser vocalista de la banda, es un showman, conductor de talk-shows y premiaciones y ha aparecido en películas. El video es muy divertido, donde Shnur se mete en problemas con diversos personajes de la historia de Rusia: Lenin, Pedro el Grande y Tolstoi, entre otros.
Uno de los males del futbol moderno es precisamente el hecho de que los equipos se desarraigan fácilmente de la tradición para convertirse en una marca registrada. Sochi era una ciudad de veraneo que cambió de la noche a la mañana gracias a ser sede de los Juegos Olímpicos de Invierno en 2014. También fue sede de la Copa Confederaciones y del Mundial. Había dudas sobre el futuro de su estadio Fisht. Quien solucionó el problema fue Boris Rotenberg, miembro de la clase oligarca y amigo personal de Vladimir Putin. Entre otras cosas fue dueño del Dinamo de Moscú y del Dynamo de San Petersburgo, equipo secundario en esa ciudad. En un movimiento netamente de negocios, mudó a este equipo a Sochi, convirtiéndose así en el PFC Sochi. En un año logró el ascenso a la Premier Liga y parece que se va a salvar. Por su parte, el Dynamo de San Petersburgo ha vuelto a nacer y está en cuarta división.
Nos vemos la siguiente. До свидания!