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leocabrera·5 de mayo de 2022
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leocabrera·5 de mayo de 2022
El mal juego de Peñarol es un asunto que va más allá de las sensaciones. El carbonero no consigue parecerse a su mejor versión, aquella que supo destacarse en la Copa Sudamericana 2021, hace exactamente un año. Desde entonces, muchos jugadores clave han partido, y quizá ese sea el motivo central del declive en el rendimiento, más allá de que Larriera quiera asumir toda la responsabilidad de la crisis. No obstante, podemos identificar un problema puntual: la conformación del mediocampo.
Mientras estuvo Jesús Trindade en el plantel (partió al Pachuca en enero), Damián Musto fue su suplente. Hoy, el argentino es titular fijo: jugó desde el inicio en los cuatro partidos de la Copa y en seis del Torneo Apertura, suma 866 minutos en esta temporada (en todo el 2021 jugó 1.298). Musto le aporta presencia, carácter y fortaleza a la zona de volantes, pero está claro que el responsable de darle dinámica no es él, sino Gargano. El problema es que Musto (34 años) y el “Mota” (37 años) no consiguen que la pelota circule de forma fluida y segura por esa zona.
Las estadísticas de Musto en la Copa muestran una baja precisión de pase y un montón de posesiones perdidas (46) en una zona clave ante la presión del rival. El problema de Larriera es que no tiene a quién poner en lugar del argentino: ni Rodrigo Saravia ni Agustín Álvarez Wallace han entregado el rendimiento que les garantice más oportunidades como titulares. Pero no lo olvidemos: la ineficacia ofensiva y la fragilidad en defensa suelen originarse en el mediocampo, y allí hoy Peñarol es un equipo de reacción lenta y sin chispa.