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La Galerna

·2 de octubre de 2024

Vinícius tenía razón

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Hoy miércoles vuelve la civilización para el madridismo. Esta noche el Madrid afronta frente al Lille su segunda cita europea con el nuevo formato puesto en marcha por la UEFA. Y una vez más la Copa de Europa se nos antoja nuestro elemento natural donde todo cobra sentido. No solamente es nuestra competición, también es nuestro refugio contra la tormenta. A priori el equipo francés debe ser una cita relativamente asequible para el Madrid. El cuadro entrenado por Bruno Génésio va ahora mismo quinto en la Ligue 1 y tiene entre sus filas a un viejo conocido de nuestra liga como es Samuel Umtiti y al hermano pequeño de Mbappé, Ethan. No obstante, da gusto poder centrarse en lo deportivo y limpiar nuestra mirada de toda la suciedad acumulada observando el campeonato doméstico. Sin ir más lejos, nuestra última jornada de liga nos dejó demasiados recuerdos desagradables que quisiera borrar de mi memoria.

El partido en el Metropolitano fue tan disputado como poco apasionante. El Madrid controló en todo momento el curso del partido pero tampoco tuvo suficientes ocasiones como para conseguir una victoria clara. En el minuto 64, Militao marcaba con un derechazo imparable tras una jugada ensayada y ejecutada de forma magnífica. Bien Modric y fenomenal Vinícius que ganó el espacio al defensa con su agilidad habitual y puso el balón de dulce para un Militao que fue el más listo de la clase.


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Y acto seguido, cómo no, pasó algo extradeportivo que lo emborronó todo. Los ultras y encapuchados decidieron lanzar objetos contra Courtois y tras dos avisos al delegado de campo, al constatar que no cesaban en su empeño, el señor colegiado Busquets Ferrer tuvo que suspender el partido por 20 minutos. Una vez más los neonazis y su barbarie robaban un espectáculo que debe ser deportivo y universal. Tras la suspensión se reanudó el encuentro y los minutos finales fueron un calco de todo el partido pero salió cara del lado Atlético. Un Ancelotti poco ambicioso introdujo cambios defensivos ya al final del partido, y en el tiempo de prolongación Correa puso el empate en una jugada algo ridícula por parte de la defensa y el portero madridista.

da gusto poder centrarse en lo deportivo y limpiar nuestra mirada de toda la suciedad acumulada observando el campeonato doméstico. Sin ir más lejos, nuestra última jornada de liga nos dejó demasiados recuerdos desagradables que quisiera borrar de mi memoria

Más allá de lo futbolístico, mi mayor decepción tiene que ver otra vez con el ambiente tóxico que impregna todo. Vinícius Júnior tenía razón. El bochornoso espectáculo de los últimos días alrededor del derbi ha sido tan cochambroso como detestable. Desde el llamamiento en redes sociales por parte de una significativa jauría de aficionados del Atlético para presentarse al estadio para insultar a Vinícius amparados en técnicas evasivas, hasta el desfile de tribunos del sistema defendiendo lo indefendible y prendiendo la mecha. A falta de bomberos, pirómanos. Como no podría ser de otro modo, los medios no escatimaron en entrevistar a personajes de dudosa reputación como Miguel Ángel Revilla o Tote para echar leña al fuego. Sin olvidar al desdeñable Gonzalo Miró, adalid de posturas biempensantes menos cuando toca a su fanatismo colchonero.

Todo junto no deja de evidenciar que Vinícius Júnior tenía razón en todo. No contentos con el espectáculo ofrecido desde las gradas, diálogo con los talibanes incluido, los jugadores del Atleti acudieron a celebrar con los ultras del Frente. Y para rematar la desfachatez, su capitán Koke y el entrenador salieron a rueda de prensa pidiendo la sanción para Thibaut Courtois por provocar. La verdad que cuando me enteré de estas declaraciones no daba crédito de la desfachatez de ambos sujetos. Y no pasa nada.

¿Cómo sale el señor Diego Pablo Simeone a dar lecciones de modales y buena conducta en un terreno de juego? El mundo al revés y la casa sin barrer.  Lo mínimo que tendría que anunciarse esta misma semana es la clausura del Metropolitano. Y no basta con anuncios vanos y no acciones efectivas por parte de la directiva del Atlético de Madrid. Ya están deslizando a los medios afines que no pueden actuar legalmente contra el Frente pues al parecer el club ni los reconoce como peña ni como grupo. Esperpéntico.

No solamente tenemos un problema de racismo y xenofobia en nuestra competición, y por ende en nuestro país, también tenemos rémoras que se vanaglorian de que exista este gran problema. Sin ir más lejos, el caso Christantus Uche. El jugador del Getafe decide comentar su malestar en una entrevista y una manada de impresentables salen a continuación a afearle la conducta. Hasta su propio presidente. Es decir, un señor proclama a los cuatro vientos que está sufriendo un caso de racismo y que ningún organismo lo defiende, y encima se le exige que se calle.

Todo esto en una semana en la que conocemos que el Juzgado de Instrucción número 3 de Palma impone una pena de un año de prisión y tres años de prohibición de acceso a los estadios al autor de los episodios racistas contra Vinicius y Chukwueze en el estadio de Son Moix. Y para más inri, a colación de todo el percal organizado, LaLiga denuncia y exige la detención de los inductores de la campaña contra Vinicius, los mismos que buscaban poder insultarlo en el derbi sin ser identificado mediante el uso de mascarillas o suplicando a otros aficionados no usar el móvil para evitar grabaciones inculpatorias. Como podemos observar, en España no existe ningún problema de racismo ni xenofobia ni manifestación de odio alguno. Todo muy normal y dentro de la lógica.

Este ambiente irrespirable no da para más. ¿Queremos que los más jóvenes se eduquen viendo estas conductas? ¿Acaso no importa el espíritu deportivo? ¿Cuándo se ha convertido el fútbol español en un espectáculo de odio? Todo esto debería hacernos reflexionar como aficionados y miembros de una sociedad. No es un asunto frívolo ni un deseo pacato. Creo que entre todos deberíamos exigir una competición más limpia y más saludable en todos los aspectos. De lo contrario, podríamos caer en un pozo sin fondo. Y de ahí es ya difícil volver del todo.

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