
lavidaenrojiblanco.com
·13 mai 2025
El fútbol, la corrupción y el Cholo

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·13 mai 2025
El hedor que desprende el fútbol patrio es verdaderamente insoportable. Estrangula el oxígeno de cualquiera. Durante años aceptamos como placebo que los árbitros son malos, un argumento tontorrón pero útil para justificar episodios de auténtica fantasía, como aquel penalti de James a Modric. Y vivimos acomodados en ese discurso estúpido. El desenlace llegó con el sistema VAR, un engranaje infalible de cámaras y pantallas capaz de capturar cada movimiento. Justo ahí murió el relato clásico del nivel arbitral.
Lo único cierto es que el VAR es una herramienta necesaria, válida y funcional. Toda tecnología es poca para un deporte que, cada vez más, elige a sus campeones por pequeños detalles. Incrédulos de nosotros, el uso del VAR en el fútbol no ha hecho más que confirmar las sospechas fundadas durante tantos años. Hay corrupción. Hay premeditación y alevosía. Hay un entramado mafioso secuestrando la pelota.
Entre tanta jarana arbitral el domingo pasó desapercibido un detalle gravísimo. Un suceso que no es opinable ni interpretable. Fue un hecho empírico: la sala VOR ocultó el plano más certero de la mano de Tchouameni cuando el árbitro de campo acudió al monitor a examinar la acción. La propia realización ya nos había mostrado a todos una imagen cercana, limpia e inequívoca de la jugada. Pero la encubrieron al responsable de tomar la decisión final. «No tenemos cámaras más potentes», le dijeron.
MADRID, SPAIN – MAY 10: Diego Simeone, Head Coach of Atletico de Madrid, looks on during the La Liga EA Sports match between Atletico de Madrid and Real Sociedad at Riyadh Air Metropolitano on May 10, 2025 in Madrid, Spain. (Photo by Florencia Tan Jun/Getty Images)
El interés del asunto no reside en el debate sobre la voluntariedad de la mano, discutible si quieren entre un puñado de imbéciles fanáticos -comentaristas incluidos-, sino en la omisión deliberada de Martínez Munuera desde la sala VOR. Consideró inapropiado mostrar el plano más limpio, ese que todo un país había visto hace solo unos instantes. Me ahorro mencionar el infame piscinazo de Mbappé arreglado en penalti en milésimas de segundo, el famoso «¡menos mal!» escuchado en la sala VOR o la reunión secreta del viernes entre el Real Madrid, Tebas y algunas figuras arbitrales como González Fuertes, Medina Cantalejo o el propio Hernández Hernández (¿?).
Tengo curiosidad por conocer el argumento de la RFEF para evitar la semifinal entre Real Madrid y Barcelona de la próxima Supercopa. Por reglamento, deben jugar. Imagino que improvisarán otro cambio de formato, al antojo de los intereses del régimen. Y lo peor de todo es que Atlético y Athletic aceptarán el juego de trileros y saldrán al campo.
No acierto a adivinar en qué momento hemos normalizado semejante estructura pandillera. Supongo que cuando te roban el bocadillo una y otra vez, día tras día, y nunca pasa nada, acabas asumiendo que es lo normal, algo razonable. Y terminas preguntando al matón si lo quiere de queso o mortadela. Una suerte de síndrome de Estocolmo.
Y aún pretendemos que el Cholo compita contra esto y gane títulos.