El Luka Modric de Atlético Nacional | OneFootball

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·24 mai 2025

El Luka Modric de Atlético Nacional

Image de l'article :El Luka Modric de Atlético Nacional

Parce, se nos va un grande… Luka Modric jugó su último partido en el Santiago Bernabéu y eso, hermano, es como ver cerrar un capítulo de esos que uno no quiere que se acabe. El man fue magia pura en el mediocampo del Real Madrid, un artista del pase, del control y del tempo del juego. Un jugador que no necesitaba correr como loco porque pensaba dos jugadas antes. Y sí, después del Mundial de Clubes cuelga la camiseta blanca. Respeto total por ese crack.

Y aquí es donde me pongo la camiseta, parcero… Porque si vamos a hablar de magos en la mitad del campo, nosotros tenemos a nuestro propio brujo: Macnelly Torres. El caleño que hizo soñar a todo el pueblo verdolaga. El que, con un pase filtrado, dejaba a los delanteros mano a mano. El que convirtió el Atanasio en su escenario para tirar magia pura. Macnelly fue más que un jugador, fue el director de la orquesta verdolaga cuando ganamos todo, hasta la gloria eterna de América.


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Modric y Macnelly: dos estilos, una esencia. El croata, con su elegancia europea, con ese control orientado que parece de videojuego. Y Mac, con su sabor latino, con ese ritmo sabrosón y cadencioso que enamoraba hasta al rival. Ambos con la misma capacidad de leer el partido como un ajedrecista, ambos con el balón pegado al pie como si tuvieran imán. Dos cerebros, dos cracks, dos líderes silenciosos que hablaban con la pelota.

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Parce, pero hay algo que me encanta de Mac… Y es que mientras Modric triunfaba en la Champions, Macnelly lo hacía en la Libertadores, ese torneo que se juega con el alma, con sangre, con la tribuna encima. El man se echó al hombro a Nacional en esos partidos bravos, donde el toque fino tenía que sobrevivir entre patadas y gritos. Y no se arrugó, parce, la rompió. Se volvió leyenda en casa. Y eso, mi hermano, vale oro.

No se trata de decir quién fue mejor, eso sería injusto… Son contextos distintos, historias diferentes, pero hay algo que los une: la calidad sin discusión. Modric le dio al Madrid una década de fútbol de alto vuelo, y Macnelly nos regaló momentos imborrables con la verde. Ambos fueron arquitectos del juego, tipos que entendieron el fútbol como un arte, no solo como un deporte.

Y así como hoy el Bernabéu aplaude de pie a Modric, nosotros en el Atanasio también nos ponemos de pie por Macnelly. Porque a veces el fútbol no es solo levantar copas, sino la forma como hiciste jugar al equipo, cómo convertiste cada partido en poesía. Y eso, parcero, lo hicieron estos dos monstruos. Cada uno a su manera, cada uno con su acento, cada uno en su escenario.

Entonces sí, que viva Modric y que viva Macnelly. Uno con su zurda mágica que puso a bailar al mundo, el otro con su estilo sabanero que hizo soñar a toda una nación. Porque el fútbol se trata de eso: de ídolos, de referentes, de tipos que dejaron huella sin gritarlo, solo jugando. Y si hay justicia en el fútbol, así como Modric se despide en el Bernabéu, a Macnelly algún día le haremos su despedida a estadio lleno. Porque lo que él hizo en Nacional, parcero… no tiene comparación.

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