Offsider
·14 mars 2025
Offsider
·14 mars 2025
Es inexplicable, y no hablo de la decisión de Marciniak sobre el penalti de Julián Álvarez. Hablo de la decisión del Atlético de Madrid de no recurrir la gran polémica arbitral que decidió el «Euroderbi» del pasado miércoles. Es ilógico que, pese a tener la certeza de que existe un error que perjudicó a tu equipo, te quedes callado como si no hubiera pasado nada.
De poco vale que Simeone intente levantar a sus guerreros cuando estaban en la lona tras la feroz batalla. Y todavía resulta más insignificante que los aficionados alcen la voz y denuncien lo que todo el mundo vio. Nada de eso sirve cuando tú, como club, decides no hacer nada en base a ciertos intereses que todos conocen.
Es un bochorno mayor que el de caer derrotados de la manera en la que sucedió. Cuando tienes orgullo y honor no dejas pasar por alto que ataquen a los tuyos. Pero eso nunca les ha importado a los que tienen las llaves de un club que llegó a sus manos de manera fraudulenta. Lo han demostrado en el pasado y lo vuelven a demostrar ahora, a sabiendas de que no sorprende que antepongan otros intereses al del bien común.
Y claro que no es ninguna sorpresa la tibieza del club. Con su masa social volcada y con los argumentos de su defensa al alcance de la mano, ni siquiera se atreven a lanzar un comunicado en sus canales oficiales. Prefieren responder a una nota contradictoria de la UEFA filtrando su reacción a una agencia de comunicación. Avergonzante respuesta ante unas explicaciones que dejan mucho que desear.
Pero hay que entenderlo. Miguel Ángel Gil Marín, miembro del Comité Ejecutivo de la UEFA, no va a impugnar a su propio organismo. Su beneficio personal va por delante de su respeto a la entidad de la que es el consejero delegado. No es la primera vez que ocurre y, para desgracia del Atlético de Madrid, tampoco será la última.
Vale más poner la mejilla y recibir otro guantazo que defenderse y poder poner en riesgo por lo que tanto ha «trabajado». Por eso el Atlético es su gente y no unos directivos que poco o nada representan a su parroquia. Por eso el mayor rival no está enfrente, el enemigo está en casa y tiene nombres y apellidos. Su silencio es sinónimo de complicidad y su cobardía es otro ataque más al hincha rojiblanco.