Parce, lo de Pedro Sarmiento en el DIM fue una cosa de locos | OneFootball

Parce, hay partidos que se ganan con huevos, otros con fútbol, y hay finales que se ganan con historia. En el 2004, Pedro Sarmiento no solo dirigió al Medellín… lo comandó con alma, corazón y camiseta puesta. Ese título frente al rival eterno no fue cualquier cosa, fue una clase magistral de verraquera, estrategia y amor por el escudo. ¡Qué joya de campeonato, hermano!

Ese man, Sarmiento, tenía más carácter que una final en el Atanasio con lluvia. Paraba el equipo con firmeza, sin miedo al qué dirán, con la misma determinación que tiene uno cuando se tatúa al Poderoso en la piel. No era solo un técnico, era el parcero que sabía cómo poner a los nuestros a guerrear. ¿Y qué hizo? Nos dio un título inolvidable, contra Nacional, ¡el que más hemos gozado!

A Pedro lo vamos a recordar con gratitud eterna, porque no solo nos dio una estrella más, nos dio orgullo, alegría y una lección de identidad. Lo de él fue más allá del fútbol: fue entrega, liderazgo, y sobre todo, respeto por la camiseta más linda de todas. Por eso, hoy el cielo tiene un nuevo estratega, y el Rojo un nuevo ángel de tribuna.

Parce, si uno cierra los ojos todavía escucha los gritos de ese 27 de junio, el estadio explotando, la familia poderosa unida en un solo grito: ¡somos campeones, carajo! Y ahí estaba él, con su seriedad, con su temple, sabiendo que había hecho historia. Sarmiento se volvió eterno esa tarde. Eterno como los amores verdaderos, como los goles de Piña, como los abrazos entre parceros en Oriental.

No hay hincha del DIM que no guarde un lugar especial para Pedro en el corazón. Porque nos enseñó que sí se puede, que con huevo, táctica y coraje se ganan los clásicos, los títulos, y el respeto de toda una ciudad. Fue el director de una sinfonía que todavía nos pone la piel de gallina. ¿Quién no lo recuerda levantando la mano, firme, entre confetis rojos y azules?

Sarmiento representa todo lo que amamos del Poderoso: lucha, aguante, rebeldía con causa y pasión sin medida. Fue un hombre de fútbol, pero sobre todo, un hombre de convicciones. Hoy le decimos gracias, profe. Gracias por devolvernos la fe, por enseñarnos que ser del DIM es resistir y vencer. Descansá en paz, maestro. Acá en la Tierra te aplaudimos de pie.

Y así como él supo guiarnos en la cancha, ahora desde arriba seguirá alentando, con el alma roja flameando como bandera en Oriental. El Poderoso nunca olvida a los suyos, y Pedro Sarmiento es uno de los más grandes. ¡Hasta siempre, profe! La historia ya te hizo inmortal… nosotros te llevamos tatuado en el corazón.