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La Galerna

·24 mai 2025

Sonríe porque sucedió

Image de l'article :Sonríe porque sucedió

Es casi mejor empezar por el final, o por el casi final. Desde el centro del campo, con un micrófono que como buen objeto inerte era ignorante de su trascendencia, Luka Modric emitió su discurso de agradecimiento honrando a Florentino Pérez, a sus compañeros, a su familia y a todo el madridismo. Para este último tuvo palabras finales que envolvían una orden inobedecible, si es que existe la palabra. “No llores porque se acabó. Sonríe porque sucedió”.

Habría que pedir una dispensa especial a Luka. ¿Podemos cumplir solo con una de las  dos partes de la encomienda? Sonreír porque sucedió es fácil: basta con convocar tantos recuerdos imperecederos (el córner de Lisboa, el exterior contra el Chelsea, la asistencia a Cristiano en Cardiff, el gol al Sevilla, la burla a Ter Stegen en un Camp Nou vacío). Es la otra parte de la orden la que comporta un reto inasumible. Me refiero a lo de no llorar porque se acabó. Hay cosas que no puedes pedirnos, Luka. Déjanos al menos que sonriamos mientras, a la vez, lloramos. Es posible compaginar ambas tareas. Lo hizo Kroos cuando apareció por sorpresa a abrazarte.


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Las cámaras insistían en devolvernos la imagen de un Florentino que, en el palco, sonreía más bien poco y lloraba como una magdalena, muy especialmente cuando tú ordenaste que no lo hiciéramos. A veces somos como niños, Luka, y hay que decirnos que hagamos lo contrario para que funcione la famosa psicología inversa. “Llorad como cabrones”.

Tampoco, bien pensado, habría salido bien. El que seamos como niños no quiere decir que todo lo que funciona con ellos salga bien con nosotros, y eso lo sabrá mejor que nadie quien nos evita continuamente salir de la ilusión de la infancia, o sea, tú y tus compañeros de imbatible generación. “Los adultos son niños con dinero”, decía Kenneth Branagh en Los Amigos de Peter. En el mejor de los casos, añadiría yo. Los adultos somos gente crecida que llora, lo que nos iguala a los niños. No nos pidas pues que no lloremos, tú que nos redujiste con el exterior del pie al territorio mágico de la infancia.

Antes de Luka se despidió Carletto, y fue también devastador. Hubo un primer plano de una lágrima vibrando en su córnea de hombre bueno que me mandó a la mierda. “Os quiero mucho”. Es la mejor frase posible para una despedida. Carlo se acercó al centro del campo saludando y aplaudiendo al respetable, no tan respetable como él algunas veces pero hoy absolutamente impecable en su adiós al entrenador más laureado de la historia del club.

De repente el “Cómo no te voy a querer”, que la gente comenzó a corear en diferentes momentos de la inolvidable velada, tenía un destinatario distinto. Ese “tú” al que es imposible no querer dejó por un minuto de ser el Real Madrid y pasaron a ser, sucesivamente, los dos protagonistas de la noche.

En otras palabras, el destinatario de la canción era exactamente el mismo.

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