La Galerna
·04 de novembro de 2024
La Galerna
·04 de novembro de 2024
Acabo de leer un artículo en La Galerna titulado Print the Legend. Lo ha escrito Jesús Bengoechea, aunque tanto Alberto Cosín como José María Faerna han resultado claves en la confección del mismo (Alberto también lo ha sido en la elaboración de este). En la citada pieza, aparentemente Jesús escribe sobre fútbol, aunque de facto se trata de una reflexión vital con la excusa de un par de fotografías maravillosas de Alfredo di Stéfano. No es extraño que así sea, en la grave coyuntura actual, uno se siente frívolo, poco menos que sucio hablando solo de fútbol. Es imposible abstraerse de tanto dolor y no sentirlo como propio. Además, en no pocos casos por desgracia también sucede esto último de manera literal.
Una de la fotografías mencionadas lleva tiempo errando por las redes sociales y los whatsapp acompañada de un «Di Stéfano fumando en el banquillo del Real Madrid».
Es solo una ilusión, otra instantánea tomada desde distinto ángulo nos devela la mundana verdad: don Alfredo se estaba comiendo una naranja. Como es habitual, la realidad carece de misticismo, quizá por eso sea tan beneficioso para el alma la existencia del Real Madrid y sus inyecciones de felicidad con excipiente de épica.
Resulta curioso que Di Stéfano afrontase aquella última campaña como jugador del Real Madrid a bocados con una naranja cuando, caprichos del destino, su etapa de mayor gloria como entrenador le esperaba en Valencia. La naranja profética.
El mejor pelotero de la historia del Real Madrid —y seguramente del fútbol—, después de colgar las botas, comenzó su andadura en los banquillos entrenando al Elche, aunque antes había dirigido al Español en un encuentro de desempate de la Copa de Ferias frente al Steagul Rosu Brasov. El conjunto catalán disponía de nuevo técnico desde hacía un par de semanas, pero como aún no tenía el visado en regla la Saeta Rubia ejerció de entrenador accidental.
Di Stéfano retornó a Argentina para hacer campeón a Boca Juniors y en 1970 regresó a España y firmó como técnico del Valencia. En su primera temporada ganó la Liga, la primera para el club desde 1947. La final de Copa la perdió contra el Barcelona por 4-3. La siguiente campaña repitió subcampeonato de España, esta vez sucumbió 2-1 frente al Atlético de Madrid. Permaneció en el cargo hasta 1974. Fue su primera etapa en el banquillo che.
La segunda etapa de don Alfredo en Valencia llegó tras dirigir al Rayo Vallecano y al Castellón. El hispano-argentino regresó a Mestalla y con el campeón del mundo Kempes a sus órdenes conquistó la Recopa de Europa en 1980. Después, se despidió del club con una de sus frases: «Cuando quieran volver a ganar algo, me llaman».
La Recopa es precisamente el único torneo de relevancia europea que no consiguió ganar el Real Madrid. Entre otros motivos porque ha dedicado mucho tiempo y esfuerzo a objetivos mayores como ganar Copas de Europa. Tal y como sigue ocurriendo hoy en día.
La final de una de esas Copas de Europa, la tercera, se disputó en el estadio Heysel de Bruselas el 28 de mayo de 1958. El choque «fue bonito y muy parejo», según escribió en La Galerna uno de los protagonistas: José Emilio Santamaría.
Alfredo Di Stéfano también desempeñó un papel destacado durante aquel encuentro: marcó uno de los goles que permitieron alzarse al Madrid con la Orejona. Antes, en la mañana del día de la final, al igual que la naranja profética, la Saeta fue premonitoria.
Tal y como contó José Luis Llorente en esta pieza, aquella mañana José Paz Maroto se dirigió al nueve blanco en el vestíbulo del hotel y le preguntó de manera coloquial: «¿Qué haremos hoy, Alfredo?». A lo que Di Stéfano respondió con su sabia retranca: «Lo que quiera el mudo», mientras señalaba a Paco Gento. La Galerna del Cantábrico fue el autor de 3-2 decisivo que permitió al Madrid sumar otra Copa de Europa. El rival, el Milan, el mismo de mañana en Champions. Una vez más, la vida y sus relaciones y casualidades.
Don Alfredo alcanzó su cénit deportivo defendiendo una camiseta blanca: la del Madrid como futbolista y la del Valencia como entrenador. Di Stéfano fue muy querido en ambas ciudades. Esta no ha sido la única historia grata que relaciona ambos clubes. Juan Cruz Sol vistió la camiseta che durante diez años, ganó una liga a las órdenes de don Alfredo y en 1975 marchó al club de Concha Espina durante cuatro años en los que logró tres ligas más. Después regresó a Valencia para alzar la Recopa también con Di Stéfano en el banco.
Hay más futbolistas que han militado en ambos clubes de manera satisfactoria. El Madrid ha apoyado a Valencia cuando la catástrofe se ha cebado con la ciudad. El Valencia también echó una mano cuando el Bernabéu fue clausurado en 1987 por lanzamiento de objetos durante un choque contra el Bayern. Primero, el Madrid tuvo que jugar a puerta cerrada contra el Nápoles de Maradona. Después, Mestalla —entonces denominado Luis Casanova— acogió a los blancos en la siguiente eliminatoria y los apoyó en su victoria por 2-1 contra el Oporto. Historias ingratas también hay, pero no es ético ni oportuno tratarlas ahora.
Hubo una tercera etapa de Di Stéfano al frente del Valencia. Acudió al rescate cuando el equipo de la ciudad del Turia cayó a Segunda División y logró auparlo a primera en 1987 («Cuando quieran volver a ganar algo, me llaman»). Este último servicio de D. Alfredo al club che ojalá sea una metáfora de cómo, entre todos, ayudemos al pueblo valenciano a superar esta tragedia.
Fotografías: Getty Images y archivo de Alberto Cosín