Radio Gol
·02 de março de 2025
River cayó ante el Pincharrata de Eduardo Dominguez

Radio Gol
·02 de março de 2025
Desde hace un buen tiempo que las grandes alegrías que tienen los hinchas de River son las que les regala Boca. Que al rival de toda la vida le vaya peor, que sus derrotas sean más pesadas y estrepitosas que las propias. Papelones históricos como el que sufrió el CABJ el martes salvan, o de mínima atenúan emocionalmente, los años del colectivo riverplatense en el país donde, al menos en fútbol, más se celebra la desgracia ajena o más fuerte es el schadenfreude, una palabra que el idioma alemán creó para definir ese fenómeno.
Es demasiado poco para River. Demasiado poco para un River que invierte millones y millones, que es el único equipo del país con futbolistas campeones del mundo, con un plantel lleno de jugadores de selección, que pasaron por ellas, que actualmente lo son, o que lo son en las juveniles. Muy poco. Muy poco juega River para lo que normalmente debería jugar, más allá de los resultados, que a veces maquillan una falta de funcionamiento que a esta altura empieza a preocupar. Este sábado Estudiantes, que no ganaba en el Monumental desde hacía 11 años, expuso diferencias entre un equipo muy bien trabajado y previsible en su competitividad y otro que todavía no logra cobijar a sus figuras bajo un estilo y una identidad bien definidas.
El conjunto que dirige Eduardo Domínguez sacó chapa, mostró las credenciales de un proyecto de mucho tiempo al que le agregó jerarquía, y de movida le jugó el partido de tú a tú al CARP, como hacen pocos en el fútbol argentino. Con Ascacibar marcando el pulso y la intensidad del Pincha, se hizo gigante Estudiantes e identificó muy rápido cómo y por dónde hacerle daño a un River desnudo: el lateral que defendió Marcos Acuña fue una alfombra roja, tal vez la de los Óscars, para Tiago Palacios y para un incansable Eric Meza. El nivel del Huevo, bajo hace rato, es suficiente explicación para entender por qué Gallardo tenía como prioridad traer a Esquivel y por qué, también, le está dando tanto rodaje a un Casco que está a punto de cumplir 37 años.
Por el carril que no supo clausurar Acuña llegó el 1-0 para un Estudiantes que a partir de allí se sintió cómodo en el repliegue, que supo sufrir y que de contragolpe pudo haber liquidado el partido bastante antes de que Ascacibar pusiera el segundo sobre la hora. El León se aprovechó de un River que sigue sin arrancar. Que por tramos del juego pudo haber empatado mucho más por empuje (hasta que se quedó con 10, en ese arranque del segundo tiempo, mostró la voracidad que no se veía hasta acá) que por ideas y que tiene un hueco en la mitad de la cancha. Uno que se hizo mucho más profundo, el sábado, desde la forzada expulsión de Enzo Pérez que vino de una descoordinación defensiva grave con los dos centrales yendo al mismo jugador (Carrillo).
En el medio el CARP no hace pie (esta vez, literalmente: en el primer tiempo hubo un show de resbalones en el equipo, algo insólito siendo local), no es la sala de máquinas del equipo ni la usina de fútbol que fue en las mejores creaciones de Gallardo, con Simón liviano y Meza siempre intentando (eso es valorable) y muchas veces errando, pero hacia adelante también suele mostrarse inofensivo. Especialmente lo fue con Estudiantes: Driussi no tiene por ahora el ritmo para ser titular pero mucho menos lo tiene para ser la única referencia de área y quedó muy en evidencia; Borja entró a contramano del juego; Mastantuono y el Pity Martínez tienen raptos de lucidez aislados, que no alcanzan ni elevan el volumen de juego general.
En un fútbol argentino de 30 equipos, Estudiantes era una buena medida para River. Una prueba para ver, al cabo de un par de meses de este 2025, dónde estaba parado. Una prueba que el equipo de MG reprobó. El Pincha, puntero en su zona, tiene luz verde para pensar que sigue estando para grandes cosas. En Núñez, en cambio, por ahora sólo queda mirar al otro lado de la vereda para esbozar una sonrisa.