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En un momento dado

·19 de janeiro de 2025

Sobre techos, suelos, grandes y pequeños

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A la primera temporada de Hansi Flick en el banquillo del FC Barcelona cabía (y cabe) pedirle dos cosas. La primera, que tras el decepcionante nivel de juego que ofrecieron los culers el curso pasado, a sus órdenes el conjunto azulgrana ofrezca una mejor puesta en escena tanto en lo individual como en lo colectivo. Que el fútbol ofrecido sobre el campo durante los partidos esté, como mínimo, en consonancia con la calidad y posibilidades de la plantilla. Que pelee por los títulos siendo la mejor versión de sí mismo. La segunda, que después, en el momento de medir la realidad de esta versión, de comprobar si es suficiente o no, los resultados dependan de si enfrente hay a un rival mejor. Que si pierde sea porque no alcanza, no por haber dejado a deber.

Cruzando las líneas de estos dos objetivos está claro que la primera mitad de temporada de los de Flick es sorprendente. El Barça, a estas alturas de curso, ha jugado ya contra Bayern Múnich, Real Madrid (dos veces), Borussia Dortmund, Athletic Club (también dos veces) y Atlético de Madrid, y ante todos ellos, sin excepción, ha sido mejor. No sólo eso: ante los rivales de más entidad es también cuando mayor nivel ha tenido su juego. Contra los mejores, ha sido mejor. Esto se debe al entramado que han construido el técnico alemán y sus hombres, pero también a dos consideraciones que tienen lugar particularmente en duelos de este calado. En primer lugar, que cuanto mayor es la categoría del rival menos acostumbrado está éste a que su adversario le arrebate la iniciativa en el juego, lo ataque de forma continuada y le obligue a ejercicios de contención más propios de quienes les enfrentan. Quien está acostumbrado a mandar, lleva peor que le manden.


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En segundo lugar, ante la entidad de los equipos y jugadores que ha tenido en frente, el Barça ha afrontado este tipo de reto matinzando ligeramente su plan, siempre vertical y atrevido pero, en estos casos, algo más prudente y pausado gestionando la posesión. Un Barça que para exponerse menos ha alargado más sus cadenas de pases, buscando crecer alrededor del cuero y encontrando con ello la ventaja de contar con futbolistas que poseen una calidad tratando la pelota que los demás no alcanzan. Cuanto más se acerca el Barça al esférico más subraya las posibilidades con el cuero de un central como Cubarsí, de un centrocampista como Pedri y de un delantero como Lamine Yamal.

Este camino el Barça lo ha andado paralelamente a otro que habla de duelos ante rivales aparentemente más modestos, pero más preparados para competir desde la inferioridad, contra los que ha resultado ser mucho menos regular y constante a la hora de sacar a relucir su mejor versión. Y frente a ellos, especialmente en los partidos o tramos en que no ha sido capaz de sacar o mantener su mejor versión de juego, los de Flick han extrañado recursos para imponerse sin ser brillantes. Para vencer desde una puesta en escena menos genial e incontestable. Para ganar, incluso, jugando mal.

A los equipos conviene medirlos en los dos extremos de su competitividad. En su techo y en su suelo. En el nivel más alto al que pueden llegar y también en el nivel más bajo al que pueden descender. Por lo que respecta al primero, a la espera de ver qué le depara a los de Flick las próximas jornadas de Champions, el Barça ha demostrado que su mejor versión es capaz de, como mínimo, aguantarle la mirada a cualquiera. En lo segundo, que cuando su suelo baja un par de niveles, su capacidad para no ver comprometidos los resultados es limitada, fruto de una plantilla corta en lo numérico y un equipo que, en estos escenarios, es menos rotundo en las áreas de lo que debería. No son pocos los ejemplos de colectivos que, de forma más o menos sostenida, encuentran el juego o el resultado a través de su seguridad protegiendo la propia portería y su efectividad castigando la contraria. Trasladando al marcador todo lo que amerita su juego, o convirtiendo en victorias desempeños sin suficientes méritos.

Por lo visto hasta la fecha, el Barça de Flick no ha tenido en en su portero ni en su delantero una limitación a la hora de alcanzar su mejor versión, pero sí le han restado opciones de imponerse cuando el juego ha sido menos brillante. Una viga robusta y compacta en el techo, con alguna que otra baldosa rota en el suelo.

– Foto: Angel Martinez/Getty Images

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