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La Galerna

·13 ottobre 2024

Del Imperio romano y de fantasmas del pasado

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Desde hace aproximadamente un año, aparecen salpicados en la prensa numerosos artículos vinculados a la presunta obsesión que los varones tienen con el Imperio romano. Como consecuencia de un vídeo viral en las redes sociales, muchas mujeres parecieron haberse percatado de la tendencia recurrente a la reflexión sobre Roma que gobierna las mentes de un nada desdeñable sector de sus compañeros vitales, en esos momentos vacíos proclives a la procrastinación. A partir de la constatación de esta circunstancia, la cascada de interpretaciones ha resultado imparable: que si el anhelo de épica demuestra la crisis de la masculinidad frágil, que si las obras de ingeniería y los aperos militares conectan con cierto pragmatismo supuestamente inherente a los hombres, que si las series y la producción cultural han sesgado nuestra imaginación hacia algunos temas cuya extravagancia los convierte en más estimulantes…

Como aquí no se corta nadie a la hora de opinar, uno no va a ser menos. En mi caso, y sin menoscabo del resto de exégesis, considero que la simpática anécdota también nos recuerda que la autoridad y el pasado constituyen un poderoso aglutinante cuando existen situaciones de inestabilidad personal. Sea para criticarlos o para evocarlos positivamente, siempre ofrecen puntos de referencia, asideros a los que aferrarse en contextos variantes. De ahí que un sector del madridismo, turbado ante las decepcionantes fluctuaciones actuales en el arranque del quinto Real Madrid de Ancelotti, haya empezado a mirar con buenos ojos la posibilidad del retorno de alguna figura imperativa que meta en vereda a unos cuantos.


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Tengo algún amigo que, tras la tercera copa, incluso se atreve a bromear con el nombre de José Mourinho, y no solo por la nostalgia de su juventud perdida. Las castrenses formas del portugués, casi antitéticas en comparación con la irónica bonhomía de Carletto, reconfortan esa tendencia humana anclada en cierto amor a la jerarquía y destilada verbalmente en la famosa frase de Spengler, según la cual a la civilización, cada cierto tiempo, solo la salva un pelotón de soldados dispuestos a morir por ella. Por enlazar con el principio: el historiador Edward J. Watts explicó hace años, en su República mortal, que muchos senadores solían sentir la tentación, en horas bajas, de echarse en brazos de un Lucio Cornelio Sila de turno que ventilase autocomplacencias. Los lectores de esta página conocen a otro historiador, en esta ocasión del madridismo, llamado Pepe Kollins, quien posee una teoría sobre el ciclo kármico blanco perfectamente identificable con lo referido.

Los últimos Madrides ganadores, generados alrededor de perfiles como los de Zidane o el mismo Ancelotti, se resumían en avalanchas un tanto desordenadas de jugadores talentosos, vinculados en torno a su superioridad técnica más que a través de algoritmos espartanos. La teoría del caos es difícilmente regulable con escuadra y cartabón, pero directamente imposible con el látigo

Sin embargo, y más allá de que el aún estimable prestigio de Mourinho no merezca comparaciones con un déspota romano, en mi opinión el Madrid se equivocaría si recurriera al mero impulso disciplinario. El motivo reside en el propio pasado de la entidad. Un equipo sometido a tantas fuerzas centrífugas y centrípetas resulta imposible de catalizar de manera exitosa por medio del puño de hierro, más allá de períodos excepcionales y cortísimos. Los últimos Madrides ganadores, generados alrededor de perfiles como los de Zidane o el mismo Ancelotti, se resumían en avalanchas un tanto desordenadas de jugadores talentosos, vinculados en torno a su superioridad técnica más que a través de algoritmos espartanos. La teoría del caos es difícilmente regulable con escuadra y cartabón, pero directamente imposible con el látigo.

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Los atajos que ofrecen soluciones virilmente simplonas a problemas de naturaleza más heterogénea y compleja suponen un error. De modo que Florentino, quien suele recurrir a la historia blanca para poseer una mínima guía en la incertidumbre de lo cotidiano, bien hará en gastar su denuedo —que es lo mismo que decir su dinero— en renovar la calidad de los ingredientes diversos antes que en procurarse un capataz de simplismos atávicos. Dicho de otra manera: olvidarse de los fantasmas del pasado, tan vigentes en estas fechas cercanas a Halloween y al Día de los Difuntos, y de fantasías imperiales que de poco sirven a la hora de sostener un imperio real, como los que acostumbra a levantar.

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